La actividad pesquera ocupa uno de los lugares más importantes en términos de producto bruto geográfico en la ciudad de Mar del Plata. A su vez tiene la particularidad de que su desarrollo está orientado principalmente a la exportación (sobre todo para España, China y Brasil) más que para el consumo interno.
Pese a su importancia para la economía, no existe información sobre ese universo de trabajadores y trabajadoras del pescado desde 1996. Entre ese año y el 2023 hubo muchas transformaciones en el país y en la provincia, de las cuales la pandemia fue la más cercana. “Es difícil saber cómo impactó el Covid al sector porque no hay datos previos al 2020”, explicó Agustín Nieto, doctor en Historia y director del proyecto de investigación titulado: Censo y perfil sociocultural del personal de las procesadoras de pescado en el partido de General Pueyrredon.
La informalidad en el mundo del trabajo es una problemática que aqueja a toda América Latina y que se ha acentuado en nuestro país en los últimos años. Uno de los sectores importantes para la economía de la costa bonaerense es el de la pesca que cuenta, según estimaciones, con una gran cantidad de trabajadoras y trabajadores bajo modalidades de contratación irregulares o directamente sin ninguna modalidad.
Según explica Nieto el censo del ‘96 se dio en el pico de desembarques a nivel nacional que fue entre el 1996 y el 1997 y que fue un periodo en el que las exportaciones de pescado les ganaron a las de carne vacuna. Por lo tanto, es posible inferir que dichos números han cambiado mucho desde entonces.
“La inexistencia de datos concretos sobre el estado de situación del sector pesquero dificulta el delineamiento de políticas públicas orientadas a dicho sector, sobre todo vinculadas a las condiciones de formalidad y la reconversión de la industria”, detalló el director de este trabajo de investigación.
Con este estudio se busca saber qué posibilidades de crecimiento hay en el mercado interno, y permitirá conocer qué tipo de especies se descargan, qué cantidad de esas especies se procesan, en qué medida hay demanda de las pescaderías locales, qué posibilidades hay de mejorar el transporte.
El equipo de trabajo lo completan las investigadoras Gabriela Sanchéz, Luciana Nogueira, Romina Cutuli, Camila Okada y los investigadores Diego Solimeno, Matias Maciel y Saúl Gaviola, pertenecientes a distintos centros y grupos de investigación de la Universidad, como el Grupo de Estudios Sociales Marítimos, el Centro de Estudios Históricos y el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales, dependiente de la UNMdP y el CONICET.
Hacia la formalización del trabajo en el sector pesquero
Para hacer un relevamiento confiable es necesario el mayor consenso posible entre los actores del sector. Entre las aproximadamente doscientas plantas que existen en el municipio, existen plantas “cuevas”, lugares que en general son de garajes o talleres no registrados en las que no está totalmente garantizada la higiene y las condiciones de salubridad. “En ocasiones estos lugares están registrados como cooperativas y a veces ni siquiera eso”, explicó Agustín Nieto.
Según contó el director del proyecto, un importante sector de trabajadores de la economía popular crea puestos de trabajo a partir de esta actividad no registrada. Principalmente se trata de trabajadores desempleados que terminan creando su propio trabajo a partir de la pesca por cuenta propia y el posterior tratamiento de ese pescado. “Hay una dimensión del sector que no sabemos qué peso real tiene, sobre todo fuera de temporada de verano, donde es mano de obra de la actividad gastronómica hotelera”, afirmó.
“Se trata de un sector que vive todo el año en la informalidad con distintos trabajos dependiendo de la estación del año. No tenemos conocimiento sistematizado sobre qué incidencia tiene en el territorio ni las condiciones en las que trabaja”, reafirmó.
Por otro lado están las empresas que cuentan con la tecnología y los recursos económicos para operar formalmente y mantenerse como las líderes del rubro. “Las empresas muchas veces tienen trabajadores bajo distintos convenios, es decir, registrados, no registrados, en la informalidad”, apuntó el investigador de la Universidad de Mar del Plata. Los trabajadores y trabajadoras pueden estar bajo el convenio que rige la mayor parte del sector (de 1975); bajo el convenio Pyme, (establecido a partir de 2007) de cooperativas fraudulentas o directamente como “changarines” en la informalidad.
Hoy Mar del Plata es sede principal de las embarcaciones fresqueras; mientras que los barcos factorías-congeladores están asentados mayormente en el sur del país. En la última década se dio la “fiebre del oro rojo”, nombrada así por el langostino que se pesca y descarga en aguas patagónica y que, casi en su totalidad, se exporta con valores superiores a los de otras especies. Esto provocó que el sector se volcara, en gran medida, a la pesca de este crustáceo.
Otro de los objetivos del censo es describir las diferencias entre las distintas ramas de la industria: fresco, conservas y harina. Las más importantes son las plantas de fileteado de pescado fresco; mientras que por otra parte, están las plantas de conserva, que son pocas pero producen mucho y tienen todo el proceso tecnificado a diferencia de lo que pasa en el fresco, donde el grueso del trabajo es manual y a destajo. “Con los años las empresas conserveras más grandes absorbieron a las más chicas. Mientras tanto, el sector que se dedica al fresco cuenta con más de 100 plantas”, detalló Nieto.
Por detrás de esos dos sectores vienen la harina y el aceite que lo que hacen es procesar el desperdicio. Se calcula que hay entre un 50 y un 40 por ciento de desperdicio de lo que procesan los otros dos sectores. En lugar de tirarlo eso se puede procesar por ejemplo en alimento balanceado. Lo mismo sucede con el pescado en mal estado. “Muchas veces los propios trabajadores denuncian el mal estado del pescado ya que les impide trabajar bien”, contó el investigador.
Posibles políticas públicas
Con este panorama el censo apunta a proyectar posibles políticas desde el Estado para abordar las problemáticas del sector. Una demanda histórica del sector tiene que ver con las condiciones de inestabilidad laboral debido a que, según consideró el doctor en historia, “las cooperativas de trabajo son una forma legal que esconde precarización. Hasta la década de 1990 había una entidad estatal que regulaba el mercado de la pesca. La puja entre el fuerte y el débil estaba mediada para que hubiera un precio mínimo y la tasa de precarización era muy menor a la actual”, explicó el doctor en Historia. “Hoy existe mucha inestabilidad en todos los puestos de trabajo por el nivel de informalidad imperante. Para lograr un cooperativismo obrero con forma y contenido real es necesario un acceso a las descargas no tutelado por las grandes empresas”, agregó.
Una política que se podría pensar según la propuesta del grupo de investigación es la de formalizar las cooperativas de pequeños pescadores para que tengan posibilidad y autonomía de decisión en función de una regulación del estilo del antiguo mercado. “Tener conocimiento del estado de situación de las distintas plantas y en función de eso establecer condiciones para una estabilidad mayor de las fuentes de trabajo” , aseveró Nieto y agregó que hoy esos puestos están cubiertos por aproximadamente “12 mil trabajadores y trabajadoras que no están registrados y que están ocupados, subocupados y desocupados”.
Según los diseñadores del censo lo que se quiere demostrar es que la cantidad de puestos de trabajo que no es lo mismo que la cantidad de trabajadores/as. Un objetivo central debería ser generar un acompañamiento desde el Estado que garantice una mayor estabilidad en los puestos de trabajo cualquiera sea la relación laboral.
La ley de pesca actual establece una cuota social de pesca para que una parte de los desembarques sea reutilizada con objetivo social (por ejemplo comedores comunitarios) “Tiene que ver con dar la batalla cultural de que el pescado sea un elemento más en la dieta de la mesa de los argentinos”, apuntó Nieto y agregó que en el equipo de investigación “se trabaja en la idea de mejorar la calidad de la alimentación”.
Entre los objetivos de la investigación se detalla también la descripción de las identidades sexogenéricas. Desde sus comienzos hasta mediados del siglo XX la industria del pescado se basaba casi exclusivamente en la conserva y la salazón de anchoíta y caballa. Esta industria tenía como fuerza de trabajo mayoritaria a mujeres obreras: entre el 80 y el 90 por ciento de la fuerza de trabajo era femenina. “Hay un sesgo empresarial de que las mujeres son mejores para trabajar por ejemplo con la anchoíta por tener manos más chicas. En otra época para la pesca del tiburón, que es un pescado más grande, el convenio colectivo decía que no se podía contratar mujeres para esta labor. Estos sesgos configuran el mercado de trabajo en la localidad”, explicó el investigador.
Desde la década de 1960 hasta hoy día la actividad se ha ordenado en torno al pescado fresco, con la merluza como una de sus especies objetivo. Según los datos del último censo de los 90 el fresco tenía un 45% de fuerza de trabajo femenina y 55% masculina. “La transformación de la composición sexogenérica del mercado de fuerza de trabajo en el sector transitó cambios profundos. Hace tres décadas que no contamos con datos que permitan ver si esta situación cambió o sigue igual”, aseveró el investigador Agustín Nieto.
Toda la información detallada sobre el trabajo del Censo se puede encontrar en la página oficial: https://censopesquero.com.ar/.
Por Juan Vera Visotsky