La devastadora sequía de 2022 y 2023 afectó seriamente a los productores agropecuarios y ganaderos del noroeste bonaerense. A la pérdida de las cosechas y del forraje se le sumó la baja de la calidad de agua que consume el ganado debido a la salinización de las napas.
Algunas de las estrategias a las que debieron acudir fueron: comprar agua provista mediante camiones cisterna (con elevadísimos costos) para la bebida animal, aumentar el número de perforaciones para molinos, incluso vender hacienda y de ese modo disminuir los volúmenes de agua extraída.
En este marco un grupo de investigadores del centro IHLLA se encuentra trabajando en mejorar la comprensión de este fenómeno en el noroeste bonaerense, que responde a particularidades geológicas y ambientales de esta región. Esta investigación cuenta con apoyo financiero de la CIC a través de la convocatoria Ideas-Proyecto.
La hipótesis general es que la calidad del agua subterránea en esta área no es uniforme, sino que cambia dependiendo del “paisaje” y del tipo de sedimentos que hay en cada sector. En este marco, los investigadores remarcan que aprender a manejar la recarga de agua dulce proveniente de la lluvia es esencial para maximizar sus beneficios cuando ocurre.
Esta investigación obtuvo el reconocimiento del municipio de Carlos Tejedor mediante el Concejo Deliberante. Se enmarca además en un trabajo articulado entre el Estado y los productores ganaderos rurales a través del municipio, la Provincia (a través del IHLLA-CIC) y de los productores, que con sus conocimientos adquiridos, también aportan información y posibles soluciones.
LA FALTA DE AGUA DULCE Y SUS CONSECUENCIAS
La región del noroeste bonaerense está habituada a los extremos: en años húmedos, más de un tercio del paisaje queda bajo el agua; en los secos, el nivel freático desciende, los acuíferos se salinizan y el acceso al agua para la producción se vuelve crítico. “En 2023 un tesista de grado se interesó por el problema de la sequía, ese fue el origen de la investigación”, cuenta Javier Houspanossian, investigador del Instituto de Hidrología de Llanuras (IHLLA).
El objetivo inicial era entender cómo se recarga el sistema después de las lluvias y por qué, bajo ciertas condiciones, la naturaleza no logra reponer el agua dulce necesaria en épocas de sequía.
Los primeros datos recolectados por el IHLLA muestran un panorama preocupante: en diez pozos monitoreados, el nivel freático cayó entre 1 y 4 metros durante la sequía 2022-2023, y el 80% de los productores registró una salinización abrupta del agua subterránea, con valores hasta diez veces superiores a los habituales. “A medida que se desciende en el subsuelo, el agua es cada vez más salada”, explica Houspanossian.
En esta cuenca, típica de las llanuras, el agua no tiene hacia dónde escurrir y lo que se infiltra queda confinada, por lo que los períodos secos profundizan la salinidad y reducen la disponibilidad de agua apta para el ganado. El investigador agrega que el cambio climático intensifica esta dinámica ya que “llueve más cantidad en menos tiempo, y luego sequías prolongadas”. “Estos cambios rápidos exigen aprender a manejar mejor el sistema”, explica.
En Carlos Tejedor existe una red de perforaciones autogestionada por productores agropecuarios, que tiene más de 15 años de monitoreo continuo con el fin de seguir la evolución del nivel freático. En épocas secas, el agua baja; mientras que cuando llueve en exceso ocurre lo contrario: el agua subterránea sube su nivel y puede llegar hasta la superficie, generando que se bloqueen caminos y se compliquen las siembras.

Para los productores ganaderos, la falta de agua dulce tuvo consecuencias inmediatas: mortandad de animales, necesidad de multiplicar perforaciones o incluso comprar agua transportada en camiones. La salinidad elevada vuelve el agua subterránea inutilizable para el ganado, y muchas extracciones se realizan de manera manual y sin asistencia técnica. “Carlos Tejedor es una isla ganadera en un mar agrícola. La calidad del agua tiende a ser de regular a buena, pero la variabilidad hidroclimática de la zona puede cambiarlo todo de un año a otro”, señala Houspanossian.
Ante este escenario, las estrategias de manejo son diversas. Algunos productores reducen la carga animal; otros mejoran la infraestructura, reparan molinos o incorporan nuevas tecnologías de captación. Sin embargo, las posibilidades no son iguales para todos. “Para los productores de menos recursos, el problema es mucho más grave. La escala de producción y la tenencia de la tierra condicionan la capacidad de enfrentar las sequías”, explica el investigador.
El proyecto busca aportar conocimiento científico para complementar el saber acumulado por las comunidades rurales y acompañar la toma de decisiones locales. “El municipio ha dado una mano muy grande en este tema y los mismos productores tienen que ser parte de la solución”, concluye Houspanossian.

LA ESTACIÓN HIDROMETEOROLÓGICA. MEDIR PARA DECIDIR
Con la finalidad de reforzar la red de monitoreo que ya tenían los productores, desde el IHLLA pusieron en funcionamiento la primera estación hidrometeorológica de seguimiento continuo en Carlos Tejedor.
Los encargados de llevar adelante el trabajo en esta instancia fueron los integrantes del personal técnico del IHLLA como el Geólogo Cristian Mancino y el Licenciado Miguel Serrano, quienes diagramaron e instalaron la estación bajo normas de la Organización Meteorológica Mundial. “No se contaba con estudios científico-técnicos de qué pasa con la salinidad del nivel freático en la zona”, explicó Miguel Serrano, y agregó que por este motivo los productores suelen “hacer jagueles sin conocer qué beneficios reales les traen”. El trabajo de la estación viene a suplir esta vacancia.
Mediante el uso de un pluviómetro se mide de forma automática tres variables cada diez minutos: la conductividad del agua, la profundidad del agua subterránea (nivel freático) y la temperatura del agua. Para medir eso hubo que hacer una perforación de cinco metros. La parte hídrica es todo lo que está midiendo desde la superficie del suelo hacia abajo, mientras que la meteorológica es la parte atmosférica, agrega Serrano.
En la estación se mide casi todo el ciclo hidrológico. Una de las partes del ciclo que más se mide es la de la evapotranspiración. “Con estos sensores podemos medir casi todo el ciclo, desde el agua subterránea, la humedad del suelo, cuánto llueve, cuánto evapotranspira; solo nos falta saber cuánta agua se va por escurrimiento. En este caso como es una cuenca endorreica no se va muy lejos”.
“En la estación nos dedicamos a medir y trabajar con una serie de datos continuos y confiables”, mencionó Cristian Mancino, que además destacó la importancia del trabajo conjunto con el pocero que se encarga de la extracción de agua.
Por Juan Vera Visotsky