En este momento estás viendo Tiburón gatopardo, un gigante de la costa bonaerense<p class = "resumen">En San Clemente del Tuyú identificaron su única área de cría conocida hasta el momento y avanzan en el seguimiento satelital de ejemplares para entender cómo viven y migran los grandes tiburones del Atlántico Sur.</p>

Tiburón gatopardo, un gigante de la costa bonaerense

En San Clemente del Tuyú identificaron su única área de cría conocida hasta el momento y avanzan en el seguimiento satelital de ejemplares para entender cómo viven y migran los grandes tiburones del Atlántico Sur.

  • Entrada publicada:23 octubre, 2025

Aunque no los veamos los tiburones están presentes todo el año en la costa bonaerense. Entender su comportamiento y su rol en el ecosistema marino es parte del trabajo que lleva adelante Andrés Jaureguizar, investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas e integrante del grupo Ecosistemas Costeros del Sudoeste Bonaerense de la Universidad Provincial del Sudoeste, en el marco de una campaña conjunta entre Argentina y Uruguay.

La provincia de Buenos Aires alberga más de 30 especies de tiburones, aunque el trabajo se centra en las de mayor tamaño: gatopardo, bacota, cazón y escalandrún. “El objetivo es conocer cómo viven estas especies, establecer sus rutas migratorias y zonas de solapamiento y mapear las denominadas áreas críticas dentro del Atlántico Sur para diseñar planes de manejo y conservación”, explica Andrés Jaureguizar.

El foco principal está puesto en el tiburón gatopardo, una especie nativa que puede alcanzar los tres metros de longitud y en la provincia de Buenos Aires puede encontrarse desde Punta Rasa hasta Bahía San Blas. Aunque el gatopardo se distribuye por mares templados, el Cabo San Antonio, en San Clemente, es el único sitio del mundo donde se registraron recién nacidos en abundancia, lo que la convierte en un área de cría única. De linaje antiguo, esta especie forma parte de las únicas dos existentes en todo el planeta que cuenta con 7 branquias.

Como parte de la campaña y en colaboración con la iniciativa Mar Azul Uruguayo y la organización AquaMarina, el equipo busca marcar hembras adultas en etapa de gestación mediante dispositivos satelitales. Estos transmisores, conocidos como pop-up, permiten registrar información como profundidad, temperatura y desplazamientos para conocer cuáles son sus comportamientos y sus rutas migratorias.

Denominada por los investigadores como “jardín de infantes”, esta zona ofrece condiciones ideales para la crianza y alimentación de los ejemplares más jóvenes: aguas turbias, descargas fluviales y abundante alimento que les garantizan protección y desarrollo. “En 2016 hicimos un muestreo de pesca artesanal y encontramos recién nacidos. A partir de ahí, en el 2022 publicamos un trabajo donde señalamos a la zona como área de cría de este depredador tope”, detalla el investigador.

Durante los últimos años se realizaron estudios genéticos con ejemplares de distintas regiones como Indonesia, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica, Chile, Perú y Estados Unidos para analizar diferencias poblacionales. “La conclusión fue que los que habitan la Provincia son parientes cercanos de los que se localizan en África”, detalla Jaureguizar.

En lo que va de la campaña, el equipo marcó 26 ejemplares, entre los que se encontraba un solo macho, y colocaron 4 dispositivos satelitales que permitirán responder preguntas clave sobre movimientos e historia de vida del animal. También se realizaron ecografías para conocer el estado reproductivo de las hembras.

Pesca y conservación

El gatopardo es uno de los tiburones más ancestrales y prefiere temperaturas entre 16 y 17 grados. Cuando el agua se calienta migra hacia las costas patagónicas y cuando estas se enfrían los tiburones regresan al norte”, explica el investigador.

Aunque estos animales no representan peligro para las personas, su presencia puede verse amenazada por la pesca deportiva y artesanal. Estudios en otras especies indican que muchos ejemplares presentan alta mortalidad tras la liberación, debido al estrés y a las maniobras inadecuadas durante la captura. “Levantarlos, arrastrarlos, son todas cosas que pueden dañarles las vértebras o los órganos. Estar más de cinco minutos fuera del agua también les afecta, por eso hay recomendaciones para devolverlos de manera segura”, señala Jaureguizar.

En la actualidad, algunas especies cuentan con devolución obligatoria y existen legislaciones nacionales y provinciales que buscan protegerlas. Sin embargo, su cumplimiento aún es irregular. Los pescadores locales cumplen un papel clave en todo sentido: muchas veces son ellos quienes aportan información sobre la presencia y comportamiento de los tiburones.

Más allá del gatopardo

Además del tiburón gatopardo, el equipo trabaja desde hace años en la identificación de los sitios costeros donde conviven o se superponen otras especies grandes como el escalandrún, el bacota y el cazón, analizar sus recorridos y elaborar mapas que ayuden a definir estrategias de manejo y protección más precisas.

El tiburón bacota habita aguas marinas, salobres e incluso dulces, desde Argentina hasta el Caribe y también en otras zonas subtropicales del planeta. Se alimenta principalmente de peces y cefalópodos y, ocasionalmente, de otros tiburones.

El cazón, por su parte, prefiere aguas costeras de todos los océanos: Atlántico, Índico, Pacífico y Mediterráneo; y consume peces, crustáceos y calamares. Actualmente está catalogado como especie en peligro crítico debido a la drástica reducción de su población mundial.

Varias de estas especies, entre ellas el cazón, el bacota y el escalandrún presentan baja tasa de natalidad: tienen pocos embriones y se reproducen tarde. “Estos ejemplares son depredadores tope que regulan la cantidad y la salud de otras especies marinas. Si desaparecen, se desequilibra todo el ecosistema”, advierte Jaureguizar.

Otra especie de interés para el grupo de trabajo es el pez guitarra, también en peligro de extinción y que cumple un rol fundamental como un bioturbador que al remover el fondo marino favorece la alimentación de muchas otras especies. “Es como un rastrillo natural que mantiene el hábitat en equilibrio”, describe. 

Desafíos del cambio climático y la investigación

El cambio climático también afecta a estos animales ya que el aumento de la temperatura del agua puede modificar las zonas de cría y alterar sus migraciones. “Cuando cambian las condiciones del jardín de infantes, el impacto puede ser muy grande”, señala Jaureguizar.

A esto se suma una dificultad propia del trabajo científico: la falta de presupuestos para la obtención de datos actualizados y la baja calidad de algunos registros antiguos. Por eso, el equipo propone ampliar y actualizar la información disponible sobre tiburones del Atlántico Sur, fortaleciendo la cooperación regional.

Aumentar las áreas protegidas, mejorar los controles sobre la pesca y reforzar la colaboración entre los países vecinos son pasos fundamentales para conservar estas poblaciones. “Es necesario que la gente sepa que son depredadores que controlan el sistema, entender por qué venimos a estos lugares y por qué debemos cuidarlos. El jardín de infantes que regula todo el ecosistema está acá”, concluye.

El estudió contó con la participación de Fundación Temaikén, la fundación Blue Marine. La segunda parte del trabajo se va a realizar en el mes de diciembre en la Patagonia, en colaboración con el Proyecto Patagonia Azul.

Por Mariana Hidalgo