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Entrevista a Cecilia Diaz: “La ciencia debe tomar la actitud rebelde de preguntar y cuestionar”

“Nuestro horizonte debe ser hacer ciencia para la sustitución de importaciones y la producción de saberes”, asegura la investigadora de la Universidad Nacional de Moreno.

  • Entrada publicada:23 noviembre, 2022

Cecilia Díaz es Doctora en Comunicación y recientemente fue admitida como investigadora de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires. Además, ocupa diferentes cargos en la Universidad Nacional de Moreno: es investigadora del Centro de Estudios de Medios y Comunicación del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales y Jefa de Departamento de Gestión de la Investigación Científica de la Secretaría de Investigación y Vinculación Tecnológica.

En diálogo con Soberanía Científica, Díaz se refirió a la importancia de la producción de conocimiento en el territorio: “el Conurbano bonaerense nos obliga a discutir los mecanismos de legitimación de la ciencia y a producir epistemologías acordes a nuestros problemas”, dice. En esta entrevista, además, habla de la necesidad de generar “acuerdos para la soberanía científica” que permitan motorizar desde “abajo” una política científica sostenible

La investigadora se especializó en la dimensión discursiva de las políticas públicas de comunicación en Argentina, pero ante la pandemia del COVID-19 reorientó sus trabajos de investigación hacia la construcción de sentido de las políticas del cuidado del Estado argentino y su vínculo con los estudios sobre los populismos del siglo XXI.

¿Por qué razón reorientaste el trabajo de investigación? ¿De qué manera te interpeló la situación que estábamos viviendo?

Mi trabajo de doctorado fue sobre la construcción de sentido de la “democratización de la comunicación” en las políticas públicas de comunicación en el periodo 2007-2015 y en un primer momento, continué el estudio de disputa de significantes en gobiernos posteriores. Sin embargo, la pandemia puso en lugar de la emergencia el “cuidado” como un significante rector de la política pública a nivel mundial utilizado por gobiernos, empresas y en la conversación cotidiana. En una primera aproximación observé que el modo en el que se percibían los cuidados no eran los mismos de acuerdo a quien lo enunciaba. 

En el caso argentino, esto tenía una particularidad: el cuidado era una demanda central de los feminismos en los paros del #8M y, en el 2019, la campaña del Frente de Todos lo retoma en clave de promesa ante la pérdida de derechos del macrismo. Junto a la pandemia, el cuidado es un significante central desde el año 2020. 

Recientemente fuiste admitida como investigadora de la CIC con un plan de trabajo referido al análisis discursivo del proceso de articulación del cuidado en las políticas públicas de la Provincia ¿Cuál es el objetivo de este trabajo? 

Considero que los sentidos se cristalizan en la enunciación del Estado en sus políticas públicas, en tanto expresan la toma de posición frente a una cuestión socialmente problematizada en un momento dado, que se evidencia tanto en acciones como en omisiones y en donde participan otros agentes sociales. Ante la polisemia del concepto cuidado y sus múltiples usos en la política pública con la particularidad de este periodo en estudio, me interesa saber: ¿Qué rol del Estado se enuncia ante el cuidado, las instituciones del mercado, los servicios privados del cuidado, las y los que cuidan y aquellas y aquellos que los reciben? ¿Cuáles son los puntos nodales de la demanda en torno a los cuidados que movilizó el feminismo y los que articulan las políticas públicas bonaerenses? 

Entiendo que este tipo de estudios puede contribuir a la formulación y a la comunicación de las políticas públicas que refieran al tema. 

¿Qué significa para vos hacer ciencia desde la Provincia y desde una universidad pública?

En nuestra Universidad tenemos el compromiso de territorializar las investigaciones. Desde la comunicación -que es una disciplina que, en términos muy generales, analiza la construcción social del sentido- indagamos la particularidad de los contextos para apropiarse de aquellos derechos que reconocen las políticas públicas, porque es la clave de su sostenimiento en el tiempo, de la participación popular y que se vuelven concretas para el bienestar del pueblo. Considero que desde los organismos públicos y como compromiso con la universidad pública, nuestro horizonte debe ser producir ciencia para la sustitución de importaciones y la producción de saberes para el bienestar de nuestra población. Es decir, conocernos a nosotros mismos, con nuestras demandas y necesidades, y formular soluciones en pos del desarrollo. 

¿Cuál es el rol de la investigación científica en ciencias sociales?, ¿cómo podemos pensarla desde una mirada sobre soberanía científica?

Las Ciencias Sociales brindan herramientas y construyen conocimiento sobre políticas públicas pero el territorio desde el cual se produce es muy relevante para democratizar el saber. Por ejemplo, la expansión de nuestro sistema universitario nacional al Conurbano bonaerense nos obliga a discutir los mecanismos de legitimación de la ciencia y a producir epistemologías acordes a nuestros problemas. En ese plano, las ciencias sociales colaboran a formar en la comunidad científica este sentido soberano de nuestra actividad y, también, comunicar para la apropiación social de estos saberes. Es decir, forjar una ciudadanía científicamente democrática.

¿Cuál es tu mirada sobre las relaciones que se establecen entre el desarrollo científico y soberanía cuando hablamos por ejemplo de explotación de recursos naturales como litio, vaca muerta, explotación petrolera en Mar del Plata, etc?

Estoy a favor de la explotación de recursos naturales a partir de las innovaciones del desarrollo científico tecnológico porque es producción de riqueza y nuestro país está subdesarrollado. En todo caso, desde las ciencias sociales debemos fomentar la participación y discutir la regulación de esas ganancias, la generación de industrias específicas, y el bienestar desde un pensamiento nacional. 

Pasamos por períodos políticos en los que se sostenían que no eran necesarias tantas universidades o de rebajar a secretaría el MINCyT ¿Es posible ampliar un discurso que sea transversal a todo el arco político, digamos, y que se sostenga aquello que entendés por soberanía científica y que es necesario fortalecer la investigación en el país y la Provincia? 

Actualmente noto muchas diferencias sobre el rol de la ciencia y la tecnología en el desarrollo productivo de la provincia y del país, en todo el arco político. En un contexto de crisis económica y el condicionamiento de la deuda externa, esas posturas parecen extremarse en vez de encontrar un punto en común que nos lleve a la mayor distribución de la riqueza y del bienestar laboral, ambiental y educativo para todos. 

No quiero perder las esperanzas de que sea posible en algún momento. En ese lugar, es el sistema científico, las redes de investigadoras e investigadores las que podemos motorizar desde abajo y junto a la población, esos acuerdos para la soberanía científica. 

Podemos cruzar diferentes discursos que circularon y todavía circulan en la sociedad: desde el “andá a lavar los platos” a la “infectadura”, relacionado con el trabajo de científicas y científicos. En ese sentido ¿cuál crees que es el rol de la ciencia en el discurso político contemporáneo? 

Sin duda, esos discursos anticiencia no son nuevos pero tienen un claro objetivo que es el desfinanciamiento del sistema público universitario, científico y tecnológico. Ante esa presencia permanente –que muchas veces se vuelve un ataque-, la ciencia debe tomar la actitud rebelde de preguntar y cuestionar cuando las premisas contienen prejuicios; articular con organismos, movimientos y partidos para impulsar leyes y políticas –como se hizo por ejemplo para la ley de matrimonio igualitario, identidad de género y la IVE-, y fundamentalmente, brindar respuestas a las demandas populares.

Tradicionalmente la actividad de las y los investigadores están sujetos a “la tiranía de paper” y los circuitos de validación de la ciencia argentina que muchas veces tienen que ver con publicaciones internacionales ¿Cuál es tu mirada sobre esto?

La tiranía del paper internacional es una condición existente en nuestro sistema, con la que no estoy de acuerdo. Se valora más la publicación en inglés en revistas que hay que pagar para poder acceder que las publicaciones nacionales. Ahora bien, también ocurre esa paradoja que consiste en tener que publicar para que la voz sea legitimada para esa protesta. Pareciera que hay que entrar en el sistema para poder quejarse, o bien, participar en circuitos de open Access.

Hay algunos ejemplos de redes como la RED SARA que discute los circuitos de publicación internacional, donde varias universidades nacionales participamos; así como también políticas que contribuyen a sumar antecedentes en la carrera como la dirección de becarios, de proyectos; como otras redes académicas. Son algunos pasos para discutir esto. 

Antes de reorientar tu trabajo de investigación trabajaste en un análisis sobre la jerarquización de las noticias científicas en los diarios digitales del país ¿Qué fue lo que más te sorprendió? Y ¿qué tanto los diarios argentinos priorizan noticias científicas de afuera a mostrar lo que hacen las y los investigadores en Argentina?

Si, en mis primeras actividades como investigadora en universidades públicas participé de un proyecto sobre la producción y jerarquización de las noticias de CyT en diarios argentinos. Allí notamos que se priorizan las noticias que muestran resultados –específicamente en temáticas de salud-, y las fuentes son mayormente argentinas, no tanto de las universidades o institutos de investigación sino de las áreas de prensa de los gobiernos locales, provinciales y nacionales. En el caso de las fuentes internacionales es parte de la precarización de los trabajadores de la prensa porque son réplicas de agencias de noticias extranjeras. En cualquier caso, la ciencia aparece de manera espasmódica en la jerarquización del medio, aunque la presencia se sostiene en varias ediciones. 

Por Mariana Hidalgo / Alejandro Armentia