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“La ciencia abierta busca que todos los productos de la ciencia y la investigación sean accesibles”

Publicaciones Científicas: ¿por qué la pandemia colocó en agenda a la ciencia abierta? En esta nota, Marisa De Giusti explica cómo avanza el acceso abierto en CyT y cuáles son sus componentes

  • Entrada publicada:3 mayo, 2021

“La ciencia abierta busca la disponibilidad libre y gratuita de los materiales que se generan durante una investigación. Los repositorios digitales institucionales son una de las vías para dar ese acceso”, sintetizó Marisa De Giusti, investigadora de la CIC. Al inicio de la pandemia algunas publicaciones científicas fueron abiertas ante la emergencia sanitaria, pero esta eventual apertura evidenció la falta de equidad y acceso al conocimiento del sistema científico. 

¿Por qué hablar hoy de ciencia abierta? “Durante esta pandemia, las editoriales -algunas de ellas- abrieron artículos relacionados con COVID-19 y sus afecciones. Pero esto es circunstancial, la cuestión es cómo se hace para que esto no suceda sólo por una pandemia y que el acceso abierto, en cambio, sea la constante para lograr mayor equidad en el acceso al conocimiento”, se preguntó De Giusti, directora de los repositorios digitales de la UNLP y la CIC, recientemente convocada a conformar el Comité Asesor en Ciencia Abierta y Ciudadana que trabaja bajo la órbita del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Nación. 

La publicación en ciencias de hoy tiene muchos problemas: unas pocas editoriales que concentran la mayoría de las publicaciones, falta de evaluación transparente, temáticas externas a veces a expensas de los intereses locales e institucionales, entre otros tantas. Ante este diagnóstico, según De Giusti, “se necesita de un diálogo entre la ciencia y las políticas públicas de CyT”.

Hacia una definición de Ciencia Abierta

¿Cuáles son los componentes de la ciencia abierta? El término, aún en definición, se usa para reunir diversas iniciativas que buscan el cambio en la modalidad de la investigación científica en sus distintos procesos: creación, gestión, comunicación y evaluación. Lo que lleva a considerar el acceso abierto a las publicaciones científicas, los datos de investigación abiertos, la evaluación abierta y la ciencia ciudadana como elementos relevantes que han tenido avances significativos. 

En 2020, en plena crisis sanitaria, UNESCO lanzó una consulta global para la elaboración de una recomendación mundial sobre ciencia abierta. “Es una iniciativa -como lo fue el acceso abierto- que pretende que todos los productos de la ciencia y la investigación sean accesibles y todos/as podamos aprovecharlos”, aseguró De Giusti.

“El producto de una investigación no es solamente un artículo, un paper, sino que involucra todos los productos que se van generando a lo largo de un proceso de investigación que resultan significativos y permiten su avance y verificación: datos, cuadernos de trabajo, código, recursos educativos entre otros, los cuales pueden estar vinculados a diversas infraestructuras, financiación, evaluación e incluso participación de productores por fuera del sistema científico”.

“La ciencia ciudadana, por ejemplo, contempla la participación de la sociedad en el proceso de investigación y en la determinación de temáticas que pueden ser relevantes en términos de necesidades”, afirmó la investigadora y agregó: “La participación cívica en la recopilación de datos e información, así como la apropiación social de la ciencia, son las expresiones más comunes de la ciencia ciudadana, la cual debe organizarse y seguir una metodología para dar beneficio al conjunto”.

Ciencia Abierta: “debe tener en cuenta el multilingüismo en las publicaciones y comunicaciones, cambios en el sistema de evaluación, estímulo a la publicación en abierto y cambios en los modelos de financiamiento”

La ciencia abierta incorpora la participación activa de todas las partes interesadas en el proceso de investigación, asegurando la apertura a la sociedad, involucrándola. Pero esto es solo una parte. Una definición de ciencia abierta “debe tener en cuenta el multilingüismo en las publicaciones y comunicaciones, cambios en el sistema de evaluación, estímulo a la publicación en abierto, cambios en los modelos de financiamiento”. Es además un cambio cultural y de prácticas que se deben generar dentro del sistema científico.

La publicación, uno de los males de la ciencia de hoy

“Lejos de promover la diversidad, el ecosistema que tenemos domina las publicaciones académicas, homogeniza los formatos, lugares de publicación y se concentra cada vez más en un número reducido de editoriales multinacionales que están más interesadas en maximizar las ganancias que preocupadas por la salud del sistema”, aseguró De Giusti.  

La experta enumeró algunos males de la publicación en ciencia de hoy: “El dominio de las publicaciones por unos pocos. La lengua franca (el inglés) y con ello la dificultad que conlleva comunicar en una lengua ajena. La lentitud y falta de transparencia del proceso de evaluación por pares. El pago de APCs, cargos por publicar un trabajo, cada vez más altos, que las grandes editoriales cobran para dejar abiertos los trabajos. Por otro lado, en muchos casos las temáticas están impuestas a expensas de las temáticas de interés local y regional”.  

“Lejos de promover la diversidad, el ecosistema que tenemos domina las publicaciones académicas, homogeniza los formatos, lugares de publicación y se concentra cada vez más en un número reducido de editoriales multinacionales”

La lista continúa: “La falta de financiación para formas de publicación en abierto, propias y de calidad, porque publicar en abierto no significa falta de calidad, ya que la misma la otorgan otros parámetros entre los cuales está una rigurosa revisión de las obras”. 

Además, la investigadora afirmó que “los rankings que evalúan a las instituciones considerando las publicaciones en un subset pequeñísimo de revistas concentradas en unas pocas editoriales agrandan aún más el problema”. 

Datos abiertos

No hay conciencia de que hay que generar un plan de gestión de datos abiertos como obligación, aunque esto esté determinado y regulado por la Ley 26899. “El plan debe contener una descripción de los datos se van a generar en un proceso de investigación, sus formatos para poder reusarlos así como cuándo y dónde se van a compartir”, detalló De Giusti.

Los datos abiertos, al igual que el acceso abierto, comparten la necesidad de establecer estándares y de generar una infraestructura -como en el caso de los repositorios institucionales o temáticos- que permitan la gestión de los mismos, su visualización adecuada, uso y el acceso libre. 

Sin embargo, la investigadora advierte que “los datos son mucho más complejos de gestionar porque son diversos, versátiles. Es una cuestión de tamaños, formatos, y están anclados en una tradición de utilizar datos para sentar bases de una publicación, pero esos datos quedan desde siempre en los discos de cada investigador/a, porque inicialmente no han sido pensados para ser comunicados”.

¿Por qué incluir los datos abiertos? No solo permiten verificar una investigación. “La apertura de datos favorece a los investigadores/as y sus trabajos. Se pueden recuperar desde distintos espacios, esto genera una ciencia aparte que tiene que ver con la minería, el análisis y estadísticas de esos datos y los procesos”.

Entonces ¿qué hacer? “se debería integrar los planes de gestión de datos como parte del proceso de investigación, aplicar los principios FAIR (establecen qué características tienen que tener para ser reutilizados en el tiempo)”, explicó.

Hacia una superación de la tiranía del paper

“Se basó a lo largo del tiempo en un único tipo de evaluación: el paper, la publicación científica tradicional y un índice que está altamente desprestigiado en el mundo como el factor de impacto”, afirmó De Giusti. 

Además, agrega la investigadora, “la calidad de un trabajo se mide por un sustituto: estos índices están vinculados con revistas y no con la calidad de un trabajo específico de manera directa y puntual. Es decir que se hereda en el trabajo un índice de citas referido a una revista. Esto refuerza la situación dominante de las editoriales”.  

“Debemos buscar formas mejoradas de evaluación que atraviesen los sistemas científicos y vayan hacia las políticas públicas y que recompensen la investigación a partir de métricas que excedan la tiranía del paper”, aseguró De Giusti. 

Pero ¿de qué manera? “Un nuevo sistema de evaluación debe incluir no solo parámetros cuantitativos sino cualitativos, disciplinares (las prácticas en distintas áreas son muy diferentes) y generales, más allá del problemático factor de impacto de revistas. Hay que evaluar productividad, calidad, pertinencia e impacto. Y urge que las agencias nacionales de investigación abran y compartan la información que está en su sistema (por ejemplo, SIGEVA) para obtener otras métricas”. 

“Debemos buscar formas mejoradas de evaluación que atraviesen los sistemas científicos y vayan hacia las políticas públicas y que recompensen la investigación a partir de métricas que excedan la tiranía del paper

Las métricas deben considerarse a una escala global y además tener en cuenta las llamadas “métricas alternativas”, además de la evaluación abierta de pares y sistemas de citación abierto que permita el monitoreo y la transparencia. 

Desde diferentes espacios se vine impulsando cambios hacia una ciencia más abierta: Manifiesto de Leiden, la Declaration on Research Assessment (DORA), o la de la Liga de Universidades de Investigaciones Europeas (LERU), por citar sólo unos pocos ejemplos de ámbitos muy distintos que buscan una evaluación disciplinar, abierta, transparente y con actualización de indicadores.

¿Cuál es la situación de Argentina en este contexto?

“El MINCyT lleva 13 años trabajando en el abierto”, adelantó De Giusti. “Primero lo hizo con el sistema nacional de repositorios digitales: hay 44 repositorios que son cosechados y se exponen libremente sus registros en el portal del Sistema Nacional de Repositorios Digitales (SNRD). Hoy en día más de 350 mil publicaciones”.

No es todo: “El año pasado se puso en marcha el DACyTAr, el portal nacional de datos científicos y ya se están cosechando datos de 7 repositorios nacionales”.

Argentina fue pionera en lanzar la Ley 26.899 en 2013 y su reglamentación en 2016 que no solo obliga a las instituciones que perteneces al sistema nacional de ciencia y tecnología que reciben financiamiento del estado nacional, a crear repositorios digitales propios o compartidos, sino también a los y las investigadoras a depositar su producción en no más allá de seis meses para los artículos y hasta 5 años para los datos crudos que acompañan un proceso de investigación, considerando de manera adecuada las excepciones y atendiendo a la existencia de datos sensibles que no deben ser expuestos.

Por otro lado, en abril de este año se creó el Comité Asesor en Ciencia Abierta y Ciudadana que funciona bajo la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Nación y tendrá como finalidad elaborar recomendaciones en base a un diagnóstico de la situación en el país elaborado por expertos/as.

Sin embargo, Marisa De Giusti aclaró que para avanzar en un sistema de ciencia abierta todavía falta. “Se debería armonizar la legislación existente con las modalidades de la ciencia abierta. Hacer cumplir en nuestro país la Ley 26.899: la reglamentación de la misma es clarísima, pero parece desconocerse. Hace falta que comiencen a funcionar los mecanismos de seguimiento que están establecidos”. 

“También habría que actualizar la legislación de propiedad intelectual, además de alentar y financiar modelos de desarrollos no solo de repositorios de publicaciones y datos sino de producciones periódicas locales de calidad”. Finalmente, la investigadora agregó que “se necesita educar y comunicar adecuadamente la ciencia abierta para que se comprenda y se interiorice en todos los niveles y actores de la sociedad”.

Por Alejandro Armentia