Santiago Liaudat es profesor de Introducción a la Filosofía en la Facultad de Trabajo Social (UNLP), Magister en Ciencia, Tecnología y Sociedad, y se especializó en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Federal de Juiz de Fora de Brasil. Además trabaja en extensión y vinculación en la Universidad Tecnológica Nacional – Regional La Plata.
Si bien nunca abandonó la disciplina filosófica y mantiene esa línea de trabajo, también se especializó en el ámbito de la ciencia y la tecnología, área desde donde lleva adelante distintas investigaciones. Además, forma parte de la Red de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad, la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología, y la Revista Ciencia, Tecnología y Política.
Junto al investigador emérito de la CIC Gabriel Bilmes, a fines del año pasado, publicó un artículo en el que indaga sobre el concepto de Cientificidio, llegando a la conclusión de que el proceso que vive Argentina es “inédito y novedoso” a nivel mundial por la posibilidad de autodestruir su propio sistema de ciencia y tecnología.
En diálogo con Soberanía Científica, Liaudat analiza las motivaciones ideológicas, económicas y geopolíticas que explican el ataque sistemático a las capacidades científico-tecnológicas del país. Desde la precarización laboral hasta la pérdida de soberanía en sectores estratégicos como el nuclear y el satelital, el investigador traza un mapa del presente y un llamado urgente: “tenemos que tomar conciencia que es hoy cuando hay que enfrentar esto. Quizás mañana sea demasiado tarde”.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “cientificidio”? ¿Qué dimensión tiene ese concepto?
Es un concepto emergente. A fines del año pasado en la revista Ciencia, Tecnología y Política junto a Gabriel Bilmes publicamos un artículo donde indagamos en la historia del concepto. Y el papel que tomó en Argentina es novedoso. Es decir, se ha vuelto un concepto que permite describir una situación, en cierto modo inédita, que es un gobierno democráticamente electo, como fue en primer lugar el de Cambiemos en 2016- 2019 y actualmente el de Javier Milei, que atenta contra su propio sistema de ciencia y tecnología.
Uno puede rastrear en la historia el uso de este concepto asociado a procesos de guerra o de invasión y en algunos casos particulares después de algunas revoluciones. Pero una situación como la que estamos viviendo en Argentina es inédita a escala global, en particular en esta última etapa de gobierno neoliberal que ha radicalizado los preceptos del neoliberalismo. Si uno lo compara con el gobierno de Cambiemos, realmente hay una diferencia notable en la radicalidad de las medidas. Básicamente el concepto tal cual se desarrolló en Argentina remite estrictamente a un plan sistemático de destrucción de capacidades científico-tecnológicas. Y las motivaciones pueden ser varias: de carácter ideológicas, económicas, geopolíticas o culturales. Pero la idea básicamente es esa, por eso se toma la terminación “cidio” que remite al asesinato de algo. “Científicido” es un neologismo para dar cuenta del asesinato de la ciencia, es una metáfora.
¿Y en Argentina cuáles son esas motivaciones?
Creemos que hay una confluencia de distintas motivaciones. Hay un aspecto claramente ideológico expresado vox-populi por el gobierno, una concepción en la cual el Estado no tiene que hacer nada con la ciencia y la tecnología, no debe tener ningún papel. Es un asunto en todo caso del mercado. La concepción estratégica es la destrucción del Estado, el cual tiene que tener una función mínima de seguridad, de mantenimiento de la ley y el orden y nada más.
En ese marco ideológico van a atacar la ciencia y la tecnología estatal, que en un país periférico es básicamente toda la ciencia y tecnología que se hace. Hay un mito de que el sector privado debe emprender la ciencia y la tecnología, que es correcto, que está bien y que como horizonte es necesario. Ahora, en ningún país periférico del mundo -y cuando digo periférico digo en relación con los países centrales- el sector privado es el que tracciona la ciencia y la tecnología. Destruir las capacidades estatales de ciencia y tecnología implica en concreto un cientificidio, que es lo que estamos viviendo en Argentina.
Y también hay otras motivaciones: está la geopolítica. Especialmente en algunas áreas muy sensibles, en nichos de alto valor agregado tecnológico o que tiene una importancia por el carácter de la tecnología involucrada, como el sector nuclear o el sector satelital. En ambos Argentina tiene capacidades instaladas importantes y hay un interés específico de los Estados Unidos, de corporaciones norteamericanas, en desplazarla del lugar que está ocupando. En particular, por ejemplo, en relación con el desarrollo de reactores de mediana potencia como el CAREM, donde somos un competidor directo. Actualmente ese desarrollo está paralizado.
Y en el caso del sector satelital Argentina ocupaba bandas y órbitas satelitales, y si hoy no las ocupa, las pierde. Hay un interés muy concreto en desplazar a nuestro país de sectores como este. Ahí tenemos, de mínima, dos causales del cientificidio.
La geopolítica se ha expresado explícitamente en presiones de los Estados Unidos. Pensemos también, por ejemplo, la proyección norteamericana hacia la Antártida y el Atlántico Sur como algo que se ha venido manifestando durante todo el gobierno y donde Argentina pierde capacidades científico-técnicas en esa área. Es terreno que ganan Gran Bretaña y los Estados Unidos en el control sobre toda esa región estratégica. Entonces, la variable geopolítica ameritaría toda una charla específica.
Después está la variable económico-presupuestaria, asociada, por supuesto, a una ideología. Ahí básicamente esto es una variable de ajuste. Es decir “hay que reducir el gasto público”. El Estado nacional post ‘90s quedó siendo un Estado muy reducido y dentro de ese Estado reducido la ciencia y la tecnología ocupa un lugar importante, porque se mantuvo en el ámbito del Estado Nacional mayormente. Entonces, a la hora de ajustar, bueno, puedo ajustar en relación a este sector como variable.
¿Qué consecuencias nos va a generar a mediano y largo plazo que este proceso continúe?
Las consecuencias son catastróficas para un país como el nuestro porque la Argentina detenta una posición internacional de país semiperiférico. ¿Qué significa esto? Vos tenés una distribución, simplificando, entre países centrales que básicamente son productores de tecnología, de bienes manufacturados de medio y alto valor agregado y también tenés países semiperiféricos que son aquellos que tienen cierta capacidad manufacturera, que pueden aportar en algunas áreas tecnológicas y tienen ciertas capacidades científicas, que es el caso de la Argentina.
Nuestro país no es un primario exportador neto. Tiene una matriz exportadora, predominantemente primario exportadora y por eso somos periféricos. Pero el carácter “semi” nos lo da cierto desarrollo industrial, científico, tecnológico y educativo. Y luego están los países estrictamente periféricos, que son países netamente primarios portadores con una baja complejidad de sus sistemas científicos tecnológicos.
Argentina está en una posición semiperiférica. Por eso, a pesar del deterioro que ha sufrido a lo largo de las últimas décadas sigue siendo un país que detenta cierta posición internacional: tiene presencia en el G20, es parte de algunas discusiones que no lo ubican en el contexto de los países marginalizados. Si Argentina pierde su sistema científico tecnológico va camino a la marginalidad a todo nivel. Esa marginalidad, en términos geopolíticos y en términos internacionales, tiene su reflejo hacia adentro del país: aumento de la pobreza, de la desigualdad. El carácter semiperiférico implica, por ejemplo, el mantenimiento de una clase media más o menos extendida en el país asociada a estas actividades de mayor valor. Si vos te precarizás, si vos te empobrecés, si vos te marginalizás, es todo retroceso.
Por supuesto que hay problemas del sistema científico tecnológico, esto es indudable, como hay problemas en cualquier sistema, no solo estatal, también privado, es decir, no es privativo del sector público. Queremos un sistema científico y tecnológico mucho más orientado hacia las necesidades nacionales, sociales, económicas, productivas, ambientales, sanitarias, educativas. Es lo que hemos venido planteando hace años. El tema es que acá no hay una intención de corrección. No hay una intención de mejoramiento, no hay una intención de modernización, es una intención de destrucción. Y la destrucción no es la solución. Sin ciencia y tecnología vamos camino a ser países que están en situaciones de absoluta vulnerabilidad.

¿Qué opinás de los trascendidos sobre un posible proyecto de reforma del CONICET?
No es un proyecto oficial, es un proyecto de una fundación que actúa como un think tank del gobierno, que es la Fundación Progreso y Libertad, que con el cinismo que caracteriza este gobierno lo circularon el mismo día que hicimos una acción nacional de lucha.
Si bien no es una propuesta oficial, nada de lo que está ahí nos sorprende porque en verdad es la aplicación de este marco teórico ortodoxo, que no se aplica en ningún lugar del mundo, a la ciencia y la tecnología. Es lo mismo que vienen planteando hacia otros segmentos del Estado: achicamiento, sistemas de precarización del empleo donde vos pasarías a trabajar por proyectos, no tendrías estabilidad laboral sino que trabajarías en función de subsidios que puedas ir obteniendo para la investigación. En fin, una idea de flexibilización y de precarización con el argumento de que “hay cosas para corregir”, que a nivel del diagnóstico hay elementos en los que uno puede estar de acuerdo, pero la propuesta está extrapolada de otros contextos sin ningún tipo de mediación. Es un poco una cortina de humo para encubrir lo que en verdad puede producir este tipo de política, que es básicamente un instrumento de cientificidio.
¿Y en qué derivan propuestas de este estilo?
Este achicamiento, precarización, desmantelamiento produce que científicos argentinos y argentinas que no tienen posibilidad de desarrollar su profesión en el país, se vayan. Y se están yendo. El cientificidio, esto hay que dejarlo en claro, no tienen consecuencias a futuro. Las tienen en el presente. A futuro lo vamos a ver amplificado si se mantiene, pero las consecuencias las estamos viendo hoy. Se nos están desarmando los grupos. La productividad en cuanto a investigación y publicaciones se ha desmoronado. Cuando vos no tenés subsidios, cuando estás preocupado por llegar a fin de mes no podés investigar. Por eso yo digo que hay una fuga de cerebros de nuevo tipo. La fuga de cerebro tradicional era el investigador que se iba del país. Eso continúa. Pero ahora tenés otro tipo de fuga de cerebros, que es el investigador con pluriempleo, que para llegar a fin de mes tiene que hacer otras cosas. Entonces le sacás tiempo a la investigación. Eso es una fuga de cerebro porque es un cerebro que vos no lo tenés trabajando en función de la investigación, sino en un pluriempleo, haciendo un montón de otras cosas que no tienen nada que ver con la labor científica.
¿Creés que a mediano o largo plazo se puede recuperar esto?
Volver se puede volver de todo con un gobierno con decisión, autoridad y con proyecto. Ahora bien, es difícil. Cuando interrumpís una línea de investigación o interrumpís la transmisión intergeneracional de conocimiento, porque la juventud ya no ve la ciencia como una posibilidad de desarrollo personal; o cuando perdés científicos que se van del país, perdés complejidad en el sistema.
Este es un factor clave que a veces es invisible pero que es central. Es la complejidad, la cantidad de interacciones que hay al interior de un sistema entre instituciones, entre individuos, entre grupos. Todo eso se está perdiendo. Porque cada grupo se retrotrae, pierde capacidad de relacionamiento, pierde capacidad de viajar, de encuentro, de realizar congresos. Todo eso son curvas de aprendizaje que llevan décadas. Eso es lo más grave. Y hay áreas en particular que tienen alta sensibilidad en términos geopolíticos. Estamos hablando, por ejemplo, del sector nuclear. En su momento la Argentina lo sufrió con el sector de la cohetería. Donde vos perdés conocimientos en esas áreas, es muy difícil recuperarlo. Porque no son conocimientos que se publiciten. Son conocimientos que los países resguardan por cuestiones estratégicas.
Argentina ha tenido un desarrollo en cohetería muy importante desde los años ‘60 a los años ‘80, en el seno de la Fuerza Aérea, que culminó con el desarrollo del Misil Cóndor II, que era un misil muy importante de mediano alcance.
Estados Unidos en el contexto de consenso de Washington, en los años ‘90, exigió al menemismo desarmar el proyecto del Condor II por presiones de Gran Bretaña en relación con las Malvinas. El menemismo entregó todo nuestro desarrollo y se perdieron los planos donde estaba todo el diseño tecnológico. Nunca más Argentina pudo volver a recuperar ese desarrollo. Porque no se publica en el mundo, en revistas, la forma de desarrollar un cohete.
Entonces, es muy difícil. No quiere decir que sea imposible, pero el deterioro que se produce luego lleva el doble o el triple de tiempo para ser revertido. Por eso es tan importante el trabajo de difusión, lo que hacen ustedes, lo que está haciendo la Mesa Federal, la RAICYT (Red Argentina de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología), los sindicatos. Tenemos que tomar conciencia que es hoy cuando hay que enfrentar esto. Quizás mañana sea demasiado tarde.
¿Cómo se fue construyendo toda esa red que hoy está haciendo esas actividades de difusión? ¿Cuál es el rol de las científicas y científicos hoy?
Creo que hay un grado de concientización y de organización inédito en el sector. Se trata de un sector que ha tenido distintos momentos. En los años ‘90 con la lucha de los becarios, cuando Cavallo nos mandó a lavar los platos, o el surgimiento en los años ‘70 de los sindicatos de la docencia universitaria, que están muy vinculados a todo esto.
Hay distintos momentos, pero como sector científico tecnológico con organizaciones específicas del sector, con mesas de articulación, me parece que tiene un grado de organización inédito. Incluso con acciones que se definen desde el sector, o sea, por fuera de las universidades. Con lo bueno y lo malo que esto tiene. Porque por un lado tenemos la necesidad de confluir con la lucha universitaria pero por otro lado, efectivamente, hay una especificidad de los organismos de ciencia y tecnología. Por eso yo digo que la acción del miércoles 28 de mayo con la movilización al polo científico, replicada en varios puntos del interior del país, si bien no es la primera, por el volumen que tuvo, el grado de unidad alcanzado y federalización, marca un hito de este grado de organización y conciencia.
¿Cómo evaluás actualmente la relación entre la ciencia, la sociedad y el Estado teniendo en cuenta que durante la pandemia, el sistema científico-tecnológico tuvo un rol muy visible y fue ampliamente valorado por la sociedad?
Si nos basamos en encuestas de percepción de la ciencia, dentro de la sociedad argentina está en muy alta estima al igual que la universidad. Son las dos instituciones más valoradas.
Ahora bien, por supuesto uno tiene que abrir ese dato y ver qué contiene. Y es probable que contenga una percepción de la ciencia y la tecnología en general y no solo una percepción sobre la ciencia y la tecnología argentina. Entonces, hay una idea de que la ciencia y la tecnología son buenas, ayudan, sirven. Lo que no me parece que esté tan claro a nivel de la sociedad es cuánto de eso corresponde a la ciencia y la tecnología argentina.
Dicho esto, creo que de todos modos en la ciencia y la tecnología argentina, quizás porque están dentro del paraguas de la universidad y que la universidad sigue siendo altamente valorada, tiene una alta percepción positiva. Vos me dirás ¿cómo se corresponde esto con que hay un cientificidio y no hay una reacción social? Creo que también responde a varias causas.
Una tiene que ver con el apabullamiento de información que es una política del gobierno que tiene como fin saturar la capacidad de atención pública. Eso tiene un efecto muy concreto y es que es muy difícil seguirle el ritmo a la agenda que plantean. Entonces, si vos tenés que hablar del Garrahan, de los ataques en determinadas áreas, es tanto que hace difícil entrar con un tema como este. En otras épocas vos tenías un conflicto abierto por vez y podías centralizar toda la atención ahí. Hoy tenés 10 conflictos. Y en el caso de la ciencia y la tecnología tenés el INTA, el INTI, el CONICET y cada uno de esos organismos tiene 10 conflictos dentro.
Por supuesto llegamos también con un déficit, esto hay que decirlo. Un déficit de vinculación, creo yo. Por eso dije que la ciencia argentina tiene mucho que corregir. Si bien se venían dando pasos de mejoramiento de la vinculación ciencia-sociedad, entre otras cosas a través del periodismo científico, donde las distintas instituciones venían trabajando políticas de divulgación y comunicación de la ciencia, un aspecto muy importante para esa vinculación y donde se venía dando un énfasis cada vez mayor a la transferencia, a la vinculación, a la extensión, todos estos procesos llevan tiempo.
Uno no cambia una matriz de investigación o una matriz de trabajo o cultural de una institución de un día para el otro. Lleva décadas, lleva tiempo. Y yo creo que se venía avanzando. La pandemia fue un hito muy interesante en el papel que tuvo la ciencia y la tecnología argentina. Ahora, de ese hito podía salir profundizando ese vínculo o como estamos saliendo ahora, retrocediendo y luego habrá que volver a reconstruir mucho de todo esto. Creo que hay múltiples causas ahí dentro.
¿El científico “apolítico” es posible en este contexto?
En este contexto, no hay neutralidad posible. Efectivamente la neutralidad, la supuesta neutralidad que se pretende, ya es una posición política. Suponte que vos estás en Palestina y te están bombardeando y te están matando. ¿Vos podés decirte neutral? Y no. Pues te están bombardeando y te están matando. Bueno, a la ciencia argentina la están bombardeando y la están matando. Hace un año yo te podía entender un “mirá, bueno, tengo expectativa, vamos a ver para dónde va, quizás mejoren”. Uno concibe que hay diferencia, es ideológica y es válida dentro de una sociedad democrática. Pero a 16 meses de iniciado el gobierno ya no hay grises. Por eso la acción nacional del miércoles 28 de mayo contuvo a todos los sectores de la ciencia y la tecnología detrás de un mismo diagnóstico: esto es un cientificidio.
No hay una política de mejoramiento, renunciaron los propios funcionarios que ellos fueron poniendo al frente de las carteras de ciencia y tecnología. La gente que hoy está al frente de estos organismos son cientificidas y hay que darle nombre y apellido. Entonces, no hay neutralidad posible, Después, por supuesto, hay un debate epistemológico, ya mucho más abstracto si se quiere, que tiene que ver con la producción de conocimiento, con la neutralidad, con la objetividad, que es un debate interesante. Yo creo que uno puede ser objetivo en la producción de conocimiento. Por supuesto que sí, pero no implica ser neutral. No hay neutralidad en el momento que elegís un tema de investigación. En la ciencia no hay neutralidad ¿Puede haber objetividad? Por supuesto que sí. Y hay métodos que validan esa objetividad y hay formas de evaluación que la ciencia se da para ir corrigiendo problemas en materia de objetividad. Pero no hay neutralidad así como no hay neutralidad en ningún plano de la acción humana.
Por Mariana Hidalgo y David Barresi