La provincia de Buenos Aires pierde anualmente más del 25% de sus colmenas producto de diferentes enfermedades mortales, algo que impacta negativamente en la producción apícola del país. A partir de este dato y con la financiación de la Comisión de Investigaciones Científicas mediante el programa “Ideas Proyecto 2021”, investigadoras e investigadores marplatenses proponen elaborar un bactericida orgánico microencapsulado a partir de la reutilización de desechos de la industria agroalimentaria y cervecera. El objetivo del trabajo es reducir el impacto ambiental y combatir el agente causal de Loque americana, la enfermedad principal que afecta la cría y conservación de las abejas.
La pérdida de las comunidades de abejas pone en riesgo la producción de miel y la producción agrícola en general. Al polinizar las plantas, por ejemplo, mejoran la calidad de los productos derivados como frutas u hortalizas. Es decir que, además de nutrirse, contribuyen a la salud vegetal y a la biodiversidad. En este marco, la utilización de extractos naturales para desarrollar un bactericida se presenta como una alternativa económica y amigable tanto para ellas como para el ambiente.
La elección de los componentes que se van a emplear en la formulación se determina a partir de pruebas que garanticen la seguridad en las abejas a nivel individual, genético y a nivel colonia y de los productos derivados que posteriormente son comercializados como la miel, el polen y la cera. Éstos compuestos son conocidos como “fitofármacos” dadas sus propiedades bioactivas, antiinflamatorias, sedantes, estrogénicas, quimio preventivas y antimicrobianas.
“El desecho de los residuos agroindustriales implica un problema para el productor y para el medio ambiente. En el caso de la industria lupulera, el componente principal es la flor de lúpulo empleada en la elaboración de la cerveza y su descarte (tallos y hojas) tiene, por lo general, dos fines: como alimento para chanchos o para la quema, lo cual afecta negativamente al ambiente. Es ahí donde nosotros intervenimos, mediante la incorporación de estos descartes”, explicó Sandra Fuselli, Dra. en Ciencias Biológicas y directora del proyecto. El trabajo busca beneficiar lo que la investigadora denomina “economía circular” y da cuenta de la cooperación con los sectores vinculados a la producción de cervezas y otras agroalimentarias mediante el reciclaje de estos productos.
La vehiculización y liberación de los compuestos del bactericida hacía el interior de las colonias se realiza mediante la aplicación de técnicas de nanotecnología. El objetivo es microencapsular los principios bioactivos de estos subproductos para que actúen de forma permanente sin perder sus propiedades. “Mediante el microencapsulado logramos una nanofibra la cual sería ingerida por la abeja liberando de esta manera el principio activo. Estamos trabajando en este método para que pueda distribuirse a través de una determinada cantidad de dosis por semana”, enfatizó la experta.
Loque Americana, una amenaza mortal para las abejas
Generada por la bacteria Gram positiva Paenibacillus larvae produce esporas capaces de transmitir la enfermedad y sobrevivir en el ambiente durante más de treinta y cinco años. “Esta enfermedad produce pérdidas a nivel mundial porque tiene épocas donde se presentan mayores brotes y resulta avasalladora dado que no existen muchas maneras de combatirla”, detalló Fusseli. Las abejas Apis mellifera viven en colonias de más de 50.000 individuos cada una, condición que facilita la transmisión de patógenos entre y hacia el interior de las colmenas.
Durante muchos años los tratamientos para controlarla requerían el empleo de antibióticos como el clorhidrato de oxitetraciclina, peligroso para el ambiente, la salud humana y animal. En Argentina su utilización se encuentra prohibida desde el 2016; sin embargo, su uso prolongado provocó la aparición de cepas resistentes a los tratamientos y la detección de restos en productos comerciales de la colmena. Luego de su ingesta, en humanos puede provocar reacciones alérgicas, choques anafilácticos -reacción inmunológica grave-, desequilibrio de la flora intestinal, desarrollo de resistencia bacteriana, entre otras patologías.
En condiciones ecológicas estables las abejas pueden resistir a las enfermedades; sin embargo, en situaciones climáticas desfavorables y ante la permanente exposición a los agroquímicos y pesticidas se vuelven vulnerables a los patógenos a los que se enfrentan. En este sentido, la nutrición de estos insectos es fundamental para subsistir ante la presencia de hongos, bacterias y virus o condiciones climáticas adversas y de superficie. Para satisfacer sus necesidades, recolectan agua, néctar y polen los cuales aportan biomoléculas como carbohidratos, proteínas, minerales y lípidos. A su vez, también recolectan los llamados metabolitos secundarios de las plantas. Estos metabolitos, además de presentar un impacto en la salud, son los encargados de aportar la bioactividad como por ejemplo la antimicrobiana. Además, la presencia en su alimentación le aporta beneficios en la regulación de genes involucrados en la calidad y tiempo de vida, la función inmune, la desintoxicación de pesticidas y la producción de moléculas antimicrobianas necesarias para el control de posibles infecciones.
Son varios los países que decidieron implementar medidas para llevar un control sobre esta problemática. Desde 2016 Argentina puso en marcha el “Monitoreo de colonias de abejas” con el fin de cuantificar los niveles de mortalidad de las especies melíferas y sin aguijón, entender sus causas y revertir o mitigar el problema. El monitoreo se realiza una vez al año, entre los meses de octubre y diciembre, mediante una encuesta a nivel nacional con preguntas estandarizadas fundadas en la participación de las y los apicultores.
El desarrollo del trabajo involucra la intervención de un grupo de investigadoras e investigadores vinculados a los campos de la microbiología aplicada, la ingeniería -encargada de la microencapsulación de los extractos- y de la biología molecular pertenecientes al Instituto de Investigaciones en Producción, Sanidad y Ambiente (IIPROSAM), asociado a la CIC y a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata. En este sentido la directora del proyecto destacó que “No se puede trabajar solo en la ciencia” y agregó: ” Celebro que se interesen en estos temas, siento mucho apoyo por parte de la CIC”.
Por Mariana Hidalgo