El Arroyo del Azul, ubicado en el centro de la Provincia, tiene una importancia fundamental para el desarrollo de la ciudad homónima la cual se encuentra emplazada en sus márgenes. Dada la diversidad de actividades que se realizan en dicho curso -esparcimiento, turismo, pesca, baño recreativo, etc- su preservación es clave.
Desde el ámbito científico se busca fortalecer ese cuidado, pero hasta el momento el curso no cuenta con un programa integral de monitoreo de la calidad de sus aguas en los distintos sectores de la cuenca. Y esa carencia podría significar un potencial peligro a futuro.
Por esa razón, un grupo de investigadores e investigadoras del Instituto de Hidrología de Llanuras “Dr. Eduardo Jorge Usunoff” (IHLLA) se encuentra desarrollando un programa de evaluación para conocer el estado del recurso hídrico en relación a la calidad de sus aguas a lo largo de los diferentes sectores de la cuenca. Un insumo que servirá para mejorar su gestión y conservación y así permitir que estos usos del arroyo se mantengan en el tiempo.
Este trabajo, financiado por la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CICPBA) a través de la convocatoria Ideas Proyecto 2021, contempla además un aporte central: el Azul será contrastado con la calidad del agua del Arroyo de los Huesos, situado en el mismo partido. Esta comparación puede arrojar datos significativos, ya que este curso de agua tiene características similares al del Azul (pendiente, longitud, uso de suelo en los alrededores y también la misma zona de naciente), pero una diferencia determinante: no atraviesa zonas urbanas. Por eso, servirá para contrastar el efecto de la presión antrópica (aquella derivada de la actividad humana) que supone el tránsito del arroyo por la ciudad.
A su vez, otro proyecto, en este caso financiado por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, posibilitó incorporar otro arroyo urbano al análisis: el Langueyú, que surca la ciudad de Tandil. En este caso permitirá comparar variables de calidad de agua con un curso hídrico que también se relaciona estrechamente con un ámbito urbano, pero con otras características: se trata de una ciudad más grande en superficie, con una población más numerosa y con mayor presencia de industrias. Además, es un arroyo marcadamente diferente ya que su principal afluente recorre entubado casi toda el área urbana.
Muestreos y modelación
Como se mencionó, el Arroyo del Azul tiene una profunda relevancia turística y recreativa para la ciudad, cuenta con un balneario municipal, un parque y una costanera con sitios de esparcimiento que bordean el curso de agua.
Pero también tiene otros usos: hacia el final de la zona urbana actúa como sumidero de los efluentes de la planta de tratamiento cloacal y de algunas industrias tales como mataderos y una cerámica, desarrollando lo que se denomina “acción diluyente”. A esto deben sumarse las descargas difusas, principalmente de las zonas agrícolas que, a través de los procesos de escorrentía superficial y lixiviado, arrastran materiales al curso de agua incluyendo fertilizantes y agroquímicos.
“La idea de este estudio es poder comparar el efecto de la urbanización sobre la calidad de agua del arroyo”, indica el Doctor en Ciencias Biológicas, Ignacio Masson, uno de los integrantes del equipo de investigación. En ese sentido, amplía: “Analizamos cómo es la calidad de agua en la cuenca alta y tramos pre-urbanos y estudiamos cómo se ve afectada al atravesar la ciudad. Luego en la zona post-urbana y cuenca baja evaluamos finalmente cómo se recupera después de recibir los vertidos de la zona urbana, a qué niveles se recupera, con qué velocidad o cuántos kilómetros más le toca recorrer al curso para recuperar una calidad de agua aceptable en términos ecológicos”.
Así, en los tres arroyos se realizaron muestreos en distintos tramos abarcando sus cuencas altas, medias y bajas. En el caso del Azul fueron cinco sitios de muestreo, en el de los Huesos tres y en el Langueyú cuatro.
Estos datos son importantes ya que sirven de insumo a modelos matemáticos que planean desarrollar y que permitirían establecer estimaciones de, por ejemplo, qué nivel de vertido puede “soportar” el arroyo del Azul antes de que su calidad del agua se vea deteriorada de manera significativa. De esta forma, se puede evaluar el efecto contaminante de un vertido que pueda efectuar una nueva industria, práctica agropecuaria o descarga clandestina. Incluso, se podría llegar a simular un vertido específico coincidente (o no) con una disminución del caudal y estimar su efecto sobre la calidad del curso de agua.
“Un ejemplo concreto sería si hubiera un vuelco de una industria con una alta concentración de fósforo (u otro compuesto). Podríamos estimar a través de un modelo qué concentración de fósforo existirá aguas abajo de ese vertido y saber si el arroyo lo puede autodepurar o lo puede diluir sin degradar su calidad de agua de forma significativa”, detalló Masson.
Este tipo de estudios forman parte de una nueva línea de trabajo que está implementando el IHLLA. “El Instituto ya tenía gente que trabajaba en modelos hidrológicos, pero no específicamente de calidad de agua superficial, hasta ahora. Se trata de una línea de trabajo incipiente”, afirmó el profesional.
El equipo completo de investigadores e investigadoras del Instituto que participan de este proyecto está integrado por: Sabrina Dubny, José Gonzalez Castelain, Natalia Othax, Fabio Peluso y el mencionado Ignacio Masson.
Índices de calidad
El otro punto fuerte del trabajo es que los resultados se presentarán integrados en índices de calidad. De esta manera, la información resulta más comprensible y fácil de interpretar que una lista de valores desagregados de cada una de las variables medidas. El objetivo es facilitar la difusión de los datos sobre el recurso de una manera más simple y efectiva, sobre todo para quienes se encargan de las políticas públicas de gestión de recursos hídricos.
“Los índices son herramientas matemáticas, estadísticas, que te permiten a partir de una gran cantidad de variables, integrarlas en un único valor. Entonces son útiles desde ese punto porque tienen la ventaja de sintetizar muchos valores en uno sólo. Si yo te digo: el oxígeno dio tanto, el fósforo dio tanto, el nitrógeno dio tanto, se te arma un lío bárbaro en la cabeza. Si te digo: el índice de calidad del agua dio 8 sobre 10 puntos, me decís ‘bien, hay un 80% de buena calidad de agua’”, explicó Masson.
Uno de los índices utilizados en este proyecto es el denominado “Indicador 6.3.2”, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible del milenio en el marco del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). De todas formas, el investigador destacó la importancia de desarrollar índices y valores guía propios para nuestra región: “Ese índice que utiliza PNUMA está hecho de forma global, pero sesgado a arroyos de otros continentes o regiones que pueden ser muy distintos a nuestros arroyos pampeanos, estos últimos ricos en nutrientes, con turbidez bastante elevada, altos en conductividad eléctrica y con pHs alcalinos”.
“Estos índices en general nos dan mal a nosotros, pero nos dan mal no necesariamente porque estén contaminados los arroyos, sino porque son así naturalmente. Entonces ahí hay que resaltar la importancia de desarrollar índices propios o niveles guía propios para la región. No utilizar, por ejemplo, los niveles guía europeos, ya que no se ajustan a las realidades de nuestros ambientes”, aseguró.
Por David Barresi