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Entrevista a Julieta Elffman: “¿De qué soberanía podemos hablar si la ciencia la hacen sólo los varones?”

En diálogo con Soberanía Científica, la especialista problematiza el actual escenario sobre las desigualdades sexogenéricas en ciencia.

  • Entrada publicada:29 marzo, 2023

Julieta Elffman es periodista y divulgadora científica. Junto a Valeria Edelsztein, Julieta Alcain y Carolina Hadad crearon “Científicas de acá”, un proyecto comunicacional que nació en pandemia con la finalidad de visibilizar las historias de mujeres que hicieron y hacen ciencia.

En septiembre del 2021 lanzaron el primer tuit: “¿Cuántas científicas argentinas conocés? ¿Ninguna? Eso está por cambiar.”, decía.

“Nos dimos cuenta que si nosotras que somos científicas o formadas universitarias, con militancia feminista no teníamos idea de quiénes eran y qué hicieron las científicas en nuestro país y en el mundo, es porque evidentemente es algo que no circula”, explica.

Luego de un profundo trabajo de investigación publicaron la edición impresa de “Científicas de Acá” en la que se construye una genealogía de mujeres pioneras y contemporáneas. Un proyecto en tránsito y colaborativo que aún no concluye.

En diálogo con Soberanía Científica, Julieta Elffman problematiza el actual escenario sobre las desigualdades sexogenéricas en ciencia; la inquietud que genera tener un sistema científico público feminizado y mal pago, ante un sistema privado masculinizado y, en esas desigualdades, lo que ocurre con el financiamiento en CyT. También se refiere al “derecho a la mediocridad”, indaga las diversidades en ciencia y asegura: “No hay soberanía científica posible sin una mirada de género”

–¿Cuál es el objetivo de “Científicas de acá”?

Algo que nos interesa mucho y es parte esencial del proyecto tiene que ver con la diversidad: diversidad de género, geográfica, metodológica y disciplinar. Nos interesaba mucho contar la ciencia como lo que creemos que es: una actividad humana, política, atravesada por intereses, inmersa en un tiempo y espacio y muchas veces condicionada por un montón de cuestiones. No es la ciencia intocable, es una ciencia humana y real, hecha de manera diversa en disciplinas diversas. Nos interesaba salir del estereotipo de la ciencia que tiene que ver con el científico, hombre cis, con la bata blanca, con tubos de ensayo, solo, en un laboratorio. La ciencia es una gran herramienta política y hay que entenderla como tal. Las historias del libro las elegimos especialmente pensando en esto y hay desde astrónomas y bioquímicas hasta sociólogas y una arquitecta ¿Y eso es ciencia? Sí. Es imprescindible romper con la idea de que para ser científica tenés que haber egresado de la facultad de ciencias exactas o naturales. Está Rebeca Gerschman que la rompió, que hizo un descubrimiento super importante, pero también hay un montón que trabajan diariamente en el laboratorio y tal vez no están a punto de ganar el premio Nobel, como fue su caso. Eso nos pareció importante de contar porque parte de la diversidad tiene que ver con la idea del derecho a la mediocridad

–¿Qué es tener derecho a la mediocridad? ¿Esto se relaciona con la imagen o el estereotipo del científico genio?

La gran mayoría del sistema científico está conformado por personas que son mediocres, pero en el mejor sentido: personas que están en la media. Las personas en general estamos en la media. Marie Curie que ganó dos premios Nobel fue un caso muy excepcional en la historia. Cuando le preguntamos a alguien por qué debería haber mujeres en ciencia, la respuesta es: “porque tal vez perdamos a la próxima Marie Curie”. Es muy poco probable que haya otra, sobre todo en estos tiempos que hay un alto nivel de hiper especialización. Entonces, tenemos que estar en ciencia porque somos parte de esta sociedad, somos más del 50% de la humanidad. Podemos ser mediocres, podemos hacer algún aporte pequeño como la mayoría del sistema científico. Además se trata de exigencias que a los varones no se les pide. En general para los mismos puestos las mujeres están más calificadas que los varones y en los concursos para acceder a los mismos lugares las mujeres tienen más calificación y menos sueldo, lamentablemente esto es una constante. 

–¿Cuál es la situación de las mujeres en la ciencia argentina?

Las estadísticas muestran que la gran desigualdad empieza más o menos entre los 30 y los 40 años, momento en que las mujeres deciden dedicarse a la maternidad. Las tareas de cuidados en nuestra sociedad están muy desigualmente distribuidas. Para compensar eso necesitamos políticas públicas fuertes que tengan que ver con las licencias, con jardines maternales. En relación con las mujeres en la academia, mi preocupación tiene que ver con que todas estas cuestiones que empiezan a aparecer en el sistema científico público -que en Argentina por suerte es fuerte- no se trasladan al sistema privado. Empieza a pasar que los varones que se dedican a la ciencia empiezan a migrar al privado en donde muchas veces hay mejores oportunidades laborales, mejores sueldos y en donde las mujeres siguen sufriendo una discriminación porque quién quiere contratar a una mujer que se va a embarazar, va a faltar o va a pedir licencia, cuando un varón te da una perspectiva más estable. Ese es otro tema que hay que empezar a atender. Por un lado las políticas públicas del sistema científico apoyadas por el Estado pero que esas políticas también empiecen a ser obligatorias en el sistema privado, porque se va a generar otra desigualdad que va a terminar siendo un sistema científico público muy feminizado y peor pago que un sistema privado masculinizado. Hay que ver cómo se equilibra la cancha y sabemos que no se equilibra sola. En Twitter es muy gracioso ver los comentarios sobre una convocatoria del Departamento de Matemáticas de la Universidad de Buenos Aires abierta exclusivamente para mujeres. Hay varones que se preguntaban por qué se les facilita el acceso. Lo que no reconocen es que durante siglos hubo un sesgo discriminador que los favoreció. Hasta hace 100 años las mujeres no entraban a la academia. Hablemos de sesgos entonces.

–¿El mérito es un argumento que siempre está presente?

El mérito es un argumento muy común y siempre está por parte de varones que sienten que se está amenazando su derecho, pero también por parte de mujeres. Por eso siempre decimos que no es suficiente ser mujer para ser feminista o para tener perspectiva de género. Muchas mujeres no tienen incorporada esta mirada. Incluso muchas mujeres cuyas historias aparecen en el libro no pueden reconocer que ellas tuvieron obstáculos, que les fue más difícil que a sus colegas varones o les cuesta detectar los puntos de inflexión. Por ejemplo, para proyectos similares las mujeres recibimos un 25% menos de financiamiento que los varones. Lo peor es que esto pasa porque las mujeres pedimos menos, lo cual responde a varios motivos. Siempre tenemos la sensación de que tenemos que demostrar más, rendir más, ser mejores ¿Por qué muchas mujeres se presentan a un puesto más calificadas que un varón? Sabemos que si nos presentamos con la misma calificación a un mismo puesto de trabajo van a elegir al varón. Esto está muy internalizado. Tenemos que tener un título más, un posgrado más, una especialización más, algo más, un diferencial. En el mismo sentido, para las investigaciones las mujeres tienden a pedir menos para que les aprueben los subsidios. Y está también esta idea que es jodida de que las mujeres somos más ahorrativas, somos más eficientes. Si una investigación la dirige una mujer va a administrar mejor, esta idea de ama de casa eficiente que hace rendir la guita, las Lita de Lazzari de la investigación. Son ideas que son absurdas pero están instaladas en el imaginario.

–La lucha de la mujer en ciencia, ¿es una lucha colectiva?

La lucha por la ampliación de derechos en general tiene esta característica. El feminismo es la historia de una lucha por la ampliación de derechos. Hay un paralelismo entre el feminismo y la ciencia: la ciencia va avanzando sobre los descubrimientos que hicieron otros, la clásica de Newton “a hombros de gigantes”. Y en el feminismo también, nosotras siempre decimos que “caminamos a hombros de gigantes” o tras los pasos de otras que vinieron antes, que marcaron un camino. Cecilia Grierson es la primera médica del país, pero ella pudo estudiar porque antes estuvo Élida Passo que hizo un juicio para poder ingresar en medicina porque las mujeres no podían estudiar. Al año siguiente Cecilia Grierson pudo ingresar a la carrera, se recibió y fue la primera médica argentina. Y ella a su vez abrió el camino para todas las que vinieron después. Esa genealogía de las mujeres es lo que queríamos contar en el libro. Por eso están las pioneras y las contemporáneas, porque es una historia que se va tejiendo. Gracias a esas mujeres que abrieron el camino ahora somos más, pero en algunas disciplinas seguimos siendo pocas. El lugar que ocupamos tiene que ver con los mismos estereotipos y sesgos: en ingeniería somos pocas pero en ciencias sociales somos mayoría. También en disciplinas relacionadas con los cuidados como medicina. Aunque ojo, dentro de medicina si analizamos las especialidades ¡andá a encontrar una cirujana! ¿Y quiénes son los que mejor ganan en medicina? Los cirujanos. ¡Andá a encontrar a una neurocirujana! Y andá a encontrar, todavía hoy, a alguien que quiera operarse con una mujer. Hay muchas de estas cosas que nos parecen que están superadas o que son del pasado y no, son actuales.

–¿Hay científicas a quienes les cuesta reconocer estas desigualdades como obstáculos o bloqueos dentro de sus carreras?

Cuesta luchar con esta idea meritocrática del “yo pude a pesar de esto”. Muchas mujeres que trabajan en ciencia dicen “si yo pude, todas pueden”. Y tal vez no todas puedan, tal vez tuviste algunos privilegios que te está costando reconocer porque más allá de ser mujer, tuviste recursos económicos, perteneces a una clase social determinada. En el libro es muy interesante, charlando estos temas empezaron a surgir: “Tuve hijos y me pude dedicar a la carrera científica”. Ah, ¿y quién te los crió? “Tenía una mujer que me ayudaba en casa”. No todas podemos acceder a eso. Por otra parte hay una cuestión de clases que es evidente y, por último, es loco porque la persona que ayudaba a una mujer en ciencia era otra mujer. Nunca fue un “mi marido dejó la carrera para quedarse en casa a cuidar a los pibes”. Eso no apareció en las historias. Sí aparecieron historias de mujeres que decidieron no tener hijos por una cuestión de dedicación a la carrera científica. Es muy respetable, es personal, cada uno decide qué hacer con su vida, pero no debería ser una elección impuesta, no debería ser un dilema. Otra cuestión que suelo tomar como ejemplo tiene que ver con el liderazgo femenino. A las mujeres nos cuesta más porque no nos han educado para ser líderes de equipo, para tener autoridad. Todo eso son atributos que se asocia a lo masculino. Las mujeres que son líderes de equipos en general -y en ciencia se nota mucho- tienen mala fama. ¿Por qué? O porque son mandonas, son autoritarias, medio locas, histéricas, gritonas o equivalentes. Con un varón eso es más difícil. El que ejerce un lugar de autoridad o de poder, lo ejerce naturalmente. Cuando lo hace una mujer es más difícil y esto tiene que ver con cosas que nosotras no nos damos cuenta. Las mujeres tenemos esta fama que nos encasilla: somos más inestables, más emocionales…

–¿Podemos pensar en soberanía científica si no tenemos en cuenta el trabajo de todas las mujeres que hicieron ciencia y estuvieron invisibilizadas?

No hay soberanía científica sin una mirada de la ciencia que esté situada en nuestro país, nuestra sociedad y nuestras problemáticas. Y por supuesto no hay soberanía científica posible si la mitad de la sociedad está fuera de la ciencia ¿De qué soberanía podemos hablar si la ciencia la hacen solo los varones? Sí, hay muchas becarias pero los que toman las decisiones de qué se investiga, cómo se investiga o cómo se utilizan los recursos son varones. ¿De qué soberanía científica podemos hablar si las universidades afortunadamente están llenas de mujeres estudiando, pero en los rectorados hay un 85% de varones? ¿Qué mirada tienen esos varones? Y digo varones, pero en realidad debería decir personas sin perspectiva de género; porque hay varones con perspectiva de género y hay mujeres sin perspectiva de género. No hay soberanía científica posible sin una mirada de género. No hay soberanía científica posible sin una mirada de la ciencia que sea realmente política, situada, que esté anclada en nuestro territorio, nuestra sociedad y nuestras problemáticas. El sistema científico internacional es complicado y es muy difícil hacer ciencia desde un país periférico como el nuestro, con dificultades económicas; es complicado para las personas que hacen ciencia publicar en las revistas internacionales, por lo económico y por interés: a los grandes centros de poder no siempre les interesa las personas que investigan temas que nos atraviesan o que resuelvan necesidades de nuestra población.  Siempre hablamos de la ciencia del centro del mundo y la ciencia del fin del mundo. Esa es la discusión. No digo que esto garantice la presencia de mujeres en ciencia, pero lo que sí garantiza es que haya más diversidad en la investigación, en las preguntas que se hacen. Diversidad epistemológica, de métodos, de abordaje, de conocimiento. Esto lo dicen mucho las epistemologías feministas. A veces los varones no están atravesados por ciertas vivencias. Con las vacunas por la pandemia de COVID-19 uno de los efectos que se reportaron muchísimo fueron las irregularidades menstruales. Esto no había sido estudiado, no había estado presente en los cuestionarios y apareció después porque a las personas que estaban ocupándose del tema ni se les ocurrió. ¿Por qué no se les ocurrió? Porque no menstrúan. Salvo que se trate de estudios relacionados con genitalidad femenina, los estudios se hacen sobre el cuerpo del varón. Estamos como en un segundo plano. Por eso necesitamos más mujeres. Mujeres pensando que un síntoma puede ser una irregularidad menstrual y que no es un tema tan menor porque afecta la calidad de vida, entonces, por lo menos que avisen, ¿no?

–Hablamos de mujeres, pero ¿qué pasa cuando hablamos de diversidades?

Con diversidades hay poquísima información. En un momento queríamos hacer un libro sobre ciencia trans y es dificilísimo porque es una población que está muy subrepresentada en la estadística. Para generar políticas públicas necesitás saber cuántas personas trans hay en el sistema, pero al mismo tiempo es un dato difícil de relevar. Fran Bubani que hizo el cambio de género y que dentro de todo tuvo una buena experiencia en el CONICET, igual tuvo problemas con la presentación de un proyecto de investigación que no fue admitido porque decían que no cumplía con el 50% de mujeres y las personas que hicieron la verificación de admisión no consideraron que Fran era una mujer trans.

¿Qué sabemos sobre las experiencias en otros países?

Las diferencias que encontramos son que en algunos países proyectos como “Científicas” tienen apoyo estatal o están generados desde el Estado. En Perú se publicó un libro parecido como publicación oficial. El panorama es muy parecido aunque te diría que en Argentina es mucho mejor que en otros países porque a pesar de lo que digo tenemos una sociedad un poco menos machista y con mucha presencia de mujeres en el sistema universitario y académico. En Argentina las mujeres que hacemos ciencias somos más de la mitad de las personas. Esto no es lo común, somos una excepción en ese sentido pero estamos mucho en la base, no estamos en la jerarquía, en los lugares de decisión.

Por Mariana Hidalgo / Alejandro Armentia