En los primeros días de 1995 Raúl Rivas ingresó a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia. Todavía retumbaba el “¡Que se vayan a lavar los platos!” que hacía tan sólo unos meses había pronunciado el ex ministro de economía Domingo Cavallo. “Era una época muy difícil desde lo económico”, dice. En la CIC la situaciòn no era diferente. Rivas cuenta que no había becas y que ingresó al organismo bajo una improvisada figura denominada “asesoramiento a Nuevos Ministerios”.
Por esos años Rivas se capacitó en Francia para luego doctorarse en la Universidad de Valencia, España, centrando su trabajo en el proceso de evapotranspiración. Volvió al país, volvió a la Provincia. Se asentó en la ciudad de Azul donde se encuentra la sede principal del Instituto de Hidrología de Llanuras “Dr. Eduardo Jorge Usunoff” (IHLLA / CIC-CONICET-UNICEN). Allí se inició como científico. Primero fue Personal de Apoyo de la CIC y en 2004 ingresó como investigador.
Su trabajo siempre se ancló en el territorio: la vertiente sur de la cuenca del Río Salado. Mediante 28 estaciones de monitoreo instaladas a lo largo y ancho de unos 40 mil kilómetros cuadrados, se intenta responder en tiempo real qué pasa con las aguas subterráneas y superficiales.
En diálogo con Soberanía Científica, Rivas se refiere a los efectos de la sequía en la región centro de la Provincia. Dice que “el ADN, la historia hidrológica de la Provincia, está marcada por excesos y déficits hídricos” y asegura que “nos tenemos que acostumbrar” y mejorar la gestión de los recursos. “Nuestra función como investigadores es tratar de que se gestione adecuadamente nuestras cuencas hidrológicas”, agrega el investigador.
¿Cómo describís el fenómeno del niño y de la niña?
El niño o la niña es un índice que nos va indicando si vamos a estar en un periodo más húmedo o más seco. En nuestra región (centro de la provincia de Buenos Aires) este índice no impacta tanto como puede ser más al norte de la provincia o de nuestro país. En estos momentos, por las previsiones que se van dando, estamos en una etapa neutra en donde no es ni niño ni niña y para la primavera se espera que pase al niño. En enero las precipitaciones estuvieron igual que la media histórica y en febrero por encima, con lo cual no necesariamente por estar en una condición en la distribución espacial, en pequeñas regiones, puedo tener humedad. Podemos tener precipitaciones que sostengan lo agronómico y también lo hidrológico dependiendo de lo que haya pasado antes.
¿Cuál es la situación de la sequía en el centro de la Provincia?
En el área donde se ubica la sede principal del instituto, en la ciudad de Azul, el reporte de las precipitaciones del año pasado fue de 950 milímetros, con lo cual el total de la distribución del año estuvo dentro de lo esperable y te diría que por encima del valor promedio. El promedio histórico para la zona es de 917 milímetros.
Es importante distinguir todas estas cosas que hacemos los que investigamos sobre aguas y sobre el comportamiento y distribución de las precipitaciones. Por ejemplo: podemos diferenciar los efectos agronómicos e hidrológicos de las precipitaciones. ¿Qué significa eso? Por un lado, precipitaciones que ayudan a que una planta se desarrolle muy bien, pero no recarga los acuíferos. Dado que esas precipitaciones se han distribuido suficientemente durante el año para cubrir las necesidades de la vegetación, los arroyos no están muy activos. Pero también se puede dar que las precipitaciones se produzcan en momentos en que las plantas no las necesitan, o con el suelo húmedo o totalmente saturado. En ese momento se produce infiltración y sostiene las condiciones hidrológicas, pero no así las agronómicas porque la planta no las necesitaba o el suelo inactivo porque no está soportando vegetación, está en un rastrojo.
Nuestra provincia en particular tiene una variabilidad espacio-temporal de las precipitaciones significativas. Las precipitaciones son más altas de noreste a suroeste. Estamos en un nivel de sequía elevado en el sur de nuestra Provincia, por debajo de Bahía Blanca y hasta Carmen de Patagones, y en otros lugares -como nuestra zona- podemos estar con una buena reserva de agua en el suelo. Los niveles de los acuíferos están dentro de lo normal, no como en el año 2019 que tuvimos precipitaciones de 700 milímetros, 30% menos de la media. 2019 y 2020 desde el punto de vista hidrológico no hubo abundancia de agua.
Si venimos de un año con pocas reservas de agua en el suelo, al siguiente la vamos a pasar mal aunque llueva mucho o no se va a reflejar en las condiciones de los arroyos o lagunas. Esto es lo que está pasando ahora. Pero todo depende del sector que uno está transitando de la provincia de Buenos Aires. Uno tiene que aprender y esa es nuestra función como investigadores: tratar de que se gestione adecuadamente nuestras cuencas hidrológicas que es la unidad elemental de estudio que tenemos.
¿Cómo afectan estas variables en los distintos sectores de la región?
Según el mapa de la Oficina de Riesgo Agropecuario de la Nación, dependiente de la secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, solamente se nota disponibilidad de agua suficiente en algunos sectores de aquí. Los suelos de la zona son suelos bien desarrollados y tienen capacidad de almacenamiento. El año pasado fue un año malo porque en el invierno casi no tuvimos precipitaciones o fueron deficitarias, lo que genera inconvenientes agronómicos. Después se compensó con las precipitaciones que hubo en el otoño.
Según nuestros registros que van desde 1900, el exceso histórico fue entre el 2001 y 2002 donde la Provincia estaba totalmente excedida en su capacidad de agua. Los acuíferos estaban a nivel en superficie. Esto en la región centro de la provincia de Buenos Aires. En lo que se refiere al oeste, en la zona de Olavarría hacia el partido de Bolívar y Pehuajó, la disponibilidad de agua para el desarrollo de cultivos y pasturas están en condiciones significativamente deficitarias. En la provincia de Buenos Aires nos tenemos que acostumbrar a esto. El ADN, la historia hidrológica está marcada por excesos y déficits hídricos. Son propios de la región. Nuestra entrada principal de agua son las precipitaciones y tenemos que saber administrarnos, hacer manejo apropiados para esos períodos. Y durante los períodos de déficit manejarnos adecuadamente complementándolo con riego o haciendo inversiones.
Teniendo en cuenta estos excesos y déficit de precipitaciones, como decís vos, propios del ADN de la Provincia, ¿cuál es el trabajo que hacen desde el IHLLA?
Monitoreamos alrededor de 40.000 kilómetros cuadrados. Monitoreamos la vertiente sur de la cuenca del Río Salado. Toda el agua que precipita en nuestra región termina saliendo para la zona de la Bahía Samborombón a no ser que tengamos algún canal que lo redireccione. En esos 40 mil kilómetros cuadrados, lo que nosotros hacemos a través de diferentes sensores es monitorear las condiciones de la parte superficial del suelo y del subsuelo. Propiamente, nos interesa la altura de agua que tienen los acuíferos, que es lo que condicionan muchas de las actividades que realizamos en el ámbito de la Provincia, y en lo subsuperficial, en el primer metro monitoreamos cuánta humedad o cuánta cantidad de agua hay almacenada en los diferentes perfiles del suelo. Por encima de la superficie analizamos cómo están las condiciones de temperatura, humedad del aire, velocidad de viento, la radiación que entra y que condiciona la principal salida de agua del sistema pampeano. En nuestra zona en particular, de esos 900 milímetros cerca de 700 y 800 se van por el proceso de evaporación y transpiración. Lo que queda se reparte entre recarga, que sería el agua disponible para tomar en los acuíferos o que va a sostener los caudales de los arroyos durante el verano y durante todo el año.
¿Por qué es importante hacer este tipo de ciencia específica, situada…?
El IHLLA se crea en los 80 para resolver un problema a partir de una gran inundación en la región. Trabajamos mucho con empresas pero también con productores. Cada una de nuestras estaciones está en campos de productores agropecuarios. Eso da lugar a que tengamos un vínculo muy estrecho con ellos y con los municipios. Lo que más nos interesa es que quienes gestionan se apropien de la información. La Municipalidad de Ayacucho, por ejemplo, se nutre de esa información y para eso no es necesario trasladarse, sino que pueden hacerlo a través de un celular y en tiempo real. Lo mismo con los productores que miran y toman decisiones o no según las condiciones en que se encuentran su zona. Nosotros ubicamos estaciones en el espacio geográfico de tal manera que esos registros que hacemos sean representativos de lo que pasa en un espacio más amplio. Una de las cosas que estamos haciendo es combinar toda esta información con la información que brindan los satélites internacionales y los de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), para ponerlo en mayor valor. Los costos que tiene la información satélite son muy bajos y periódicamente podemos tener varios datos a una escala grande y cada semana o cada diez días en una escala muy fina para visualizar muy bien qué es lo que está pasando a nivel de superficie.
Por otro lado, conocer el territorio en el que vivís es soberanía, el conocimiento es soberanía. Si uno no conoce dónde vive estamos mal. Si tenemos el conocimiento, es difícil que alguien pueda tener el control sobre las investigaciones. Hacemos ciencia abierta y me parece que desde ahí se crece. Y no es una cuestión personal, sino institucional. Toda la información que genera nuestro instituto está en la base de datos hidrológico y es de acceso público.
En la actualidad tenemos 28 estaciones enmarcadas en el proyecto en el cual la CIC fue el articulador con la Agencia Nacional de Promoción Científica Tecnológica, la Autoridad del Agua de la Provincia y Redimec, una empresa que se ubica en el Parque Industrial de Tandil. Esas estaciones están distribuidas en 28 puntos, algunas transmiten por 3G, por comunicación satelital o por radio. Algunas de ellas son offline, vamos con una cierta periodicidad y bajamos los datos.
Además generamos el Manual para el diseño de una Red de Monitoreo de Alerta de Inundaciones y Sequías, que es de libre acceso desde el repositorio CIC. Sabemos que hubo unas 3.000 o 4.000 personas o instituciones que lo descargaron. De ese porcentaje, el 40% son personas de Argentina y el 60% están distribuidas en todo el mundo. Esto es una manera de democratizar el conocimiento. En el manual indicamos cada cuántos kilómetros cuadrados se debería poner una estación meteorológica, dependiendo de las características de las cuencas, a qué altura van los sensores, cómo se ubican, etc. Ahí es donde el Servicio Meteorológico Nacional nos ayudó a ponerlo en valor: ellos controlaron la precisión de los equipos que instalamos, ensayaron y verificaron la calidad de los datos que estamos generando. Nosotros cumplimos normativas de la Organización Meteorológica Mundial y del Servicio Meteorológico Nacional que es el organismo de control y monitoreo a nivel argentino.
¿Generar conocimiento para resolver un problema concreto y ponerlo en acceso libre es soberanía?
Nuestra función como investigadores es esa: investigamos con fondos públicos y debemos poner todo ese trabajo al servicio del otro. Los datos no son nuestros. Por eso, la función del proyecto y del manual era impactar en Sudamérica, que nos visualicen, que vean las capacidades que tenemos. Hacemos cosas, aprendemos, investigamos… La ciencia tiene que ser abierta, sino no crecemos. No hay que tenerle miedo. Es como a la inteligencia artificial, tampoco hay que tenerle miedo. El límite de la inteligencia artificial es que la hemos hecho nosotros. La inteligencia artificial aprende de las verdades que nosotros le indicamos que es verdad. Si yo no mido un acuífero no lo va a determinar sola.
¿Qué significa hacer ciencia para la Provincia?
Como investigadores de la CIC generamos conocimientos para mejorar la calidad de vida de los bonaerenses. Tratamos de responder cotidianamente a ellos sin descuidar si tenemos que hacer un trabajo para otra provincia. Lo hacemos encantados porque es una forma de cooperar y de ser solidario con otros colegas. Tenemos una visión de resolución de problemas reales que ocurren en el ámbito del centro de la Provincia. Para mí la soberanía también es que gente de otros lugares del mundo decida venir a trabajar con nosotros ¿por qué razón? porque algo debemos tener de interesante para que quieran venir a buscarnos. Eso es muy importante. Logramos financiamiento no sólo nacional, sino internacional. Nuestro instituto genera recursos propios que sostiene cuando falta el dinero. Tenemos esas capacidades. Soberanía es una palabra muy fuerte y como investigadores la tenemos que honrar. Me parece que la mayoría, los doscientos y algo de investigadores que estamos de la CIC intentamos hacerlo.
Por: Mariana Hidalgo / Alejandro Armentia