En 1982, en plena Guerra de Malvinas, la sociedad se movilizó en lo que se denominó la mayor colecta del país con el fin de enviar recursos a los soldados. Pero no era todo. Estudiantes de las escuelas primarias y secundarias escribían cartas para acompañarlos en la gesta. Y ahí, entre esas cartas que viajaban miles de kilómetros, se encontraba la de Mirta Amati, una niña que estaba transitando séptimo grado en el conurbano bonaerense.
Más de 40 años pasaron y hoy Mirta Amati, magíster en Comunicación y Cultura y doctora en Ciencias Sociales, recuerda esa carta que escribió a un soldado anónimo. La recuerda en uno de los espacios donde investiga, enseña y trabaja en extensión desde la UNAJ. Lo hace rodeada de libros sobre Malvinas. Libros donados para la investigación.
Mirta, además, es investigadora asociada a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia y dirige el Programa de Malvinas, Atlántico Sur y Patagonia de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.
En dialogo con Soberanía Científica, Amati analiza de qué manera se juegan los sentidos que rodean a Malvinas en el actual escenario electoral. ¿Por qué investigar Malvinas desde una universidad del conurbano? ¿Qué significa “malvinizar”? y ¿Por qué la ciencia evitó hablar de Malvinas?
¿Por qué es importante abordar Malvinas desde la universidad?
Primero porque lo dice la Ley y la Ley es importante porque es un producto social. Es el resultado de una historia que reglamenta aquellas cuestiones que tenemos que cuidar, enseñar y por las que tenemos que luchar. En este caso, Malvinas y la soberanía. Tanto en la Constitución como en la Ley de Educación Nacional está esa prescripción, pero en la Ley de Educación Superior no figura y eso tiene que ver con la autonomía universitaria. La cuestión de la autonomía es importante porque te permite instalar temas más allá de lo que prescribe la sociedad o un gobierno determinado, pero la autonomía extrema es peligrosa porque uno puede estar desarraigado de esas demandas y necesidades sociales. Es importante instalar la temática de Malvinas en la Universidad en sus tres funciones: enseñar, investigar y extender porque sino corremos el peligro de que sea un tema invisibilizado. Malvinas es la temática de la guerra, pero también es el reclamo de soberanía y de otras cuestiones más amplias. Por eso muchas veces se habla en términos de “Malvinizar”.
¿Qué significa “Malvinizar”?
Malvinizar es una acción. Es crear conciencia sobre la memoria de Malvinas y sobre el reclamo de soberanía. Es tener en cuenta aquellos aspectos que no sólo pensamos las y los investigadores, sino que surgen desde la ciudadanía para instalarse en la escena pública. Sobre todo porque durante mucho tiempo la ciencia evitó hablar de Malvinas. Después de la posguerra durante un largo período -que muchas veces se lo denomina “periodo de desmalvinización”- Malvinas era un tema espinoso por la asociación con la dictadura. Existía la sospecha de que si uno malvinizaba o traía el tema de Malvinas podía estar a favor de la dictadura y de la guerra en un sentido no pacifista. También fue una necesidad social con los traumas, de contemplar cuál es el tiempo necesario para procesar esas temáticas. Luego de ese período de desmalvinización hablamos de la necesidad de remalvinizar, de volver a traer y a pensar desde lo que cada una y cada uno de nosotros hacemos. En nuestro caso es investigar, enseñar y vincular.
¿Por qué crees que “La ciencia evitó hablar de Malvinas”?
Durante mucho tiempo Malvinas fue un tema espinoso, Daniel Filmus habla bastante sobre esto. Tiene que ver con la dificultad que implica trabajar con temas difíciles: con veteranos y ex combatientes que son personas que en su biografía personal tuvieron traumas, una vida dura. Algunos no quieren relatar ni contar esas experiencias y el olvido es un derecho. Hay una dificultad en trabajar un tema donde hay testigos directos porque es hablar de la guerra, de acontecimientos muy dolorosos para esas personas. Hablar de Malvinas es hablar del presente también. Y trabajar con el tiempo presente nos trae la polémica y la disputa. También es espinoso por la relación con la dictadura. En el campo de las investigaciones es más difícil retomar estas cuestiones. La literatura y las obras de teatro pudieron escenificar esos conflictos de un modo que a los cientistas sociales nos costó más. Y no menos importante es esto de que cada vez que hay una política científica hay una decisión en relación a dónde ponés recursos y dónde no ¿Por qué poner recursos en la telenovela o en una obra de teatro? Porque esa es la puerta de entrada para ver esos sentidos sociales. No es sólo la telenovela o la obra de teatro de Malvinas. Salieron muy buenas investigaciones en ciencias sociales sobre Malvinas y siguen saliendo. Cuando ves que eso es bueno, es productivo, sirve y está relacionado con el desarrollo de industrias culturales y de otros tipos de industrias, ahí también se cae esa idea de que no es un tema de investigación o no deberíamos dar presupuesto a esto.
En esta línea ¿Qué tópicos, conceptos o ideas crees que faltan pensar?
El tema central durante mucho tiempo fue y sigue siendo la guerra. En el campo científico y en las universidades había unos pocos y pocas malvinólogos y malvinólogas. Ahora eso es mucho más amplio y tiene que ver con que desde el Estado y desde algunos gobiernos se incentivó la investigación y la enseñanza. Entonces desde la propia academia empezamos a trabajar y a investigar aspectos que estaban vacantes. También tiene que ver con una ampliación de la temporalidad que se indaga. La historia de Malvinas es bien amplia. Hay distintos periodos en que empieza a ser indagado qué producciones hubo: qué pasó con la canción popular, quién le cantó a Malvinas, etc. Por ahí tenemos muy asociados algunos temas del rock nacional con el período de la guerra, pero antes del rock estuvo el folklore y el tango. Letristas y cantautores escribieron y cantaron a Malvinas. Lo mismo con la literatura. Por otro lado, la cuestión del género atraviesa todos los temas y en Malvinas también es algo que se indagó menos y que recién ahora empieza a aparecer. Las mujeres están asociadas sólo con la enfermería, pero no fueron sólo enfermeras, también hubo radiotelegrafistas e instrumentadoras. En el campo de la salud tampoco se indagaron temas como las y los médicos que estuvieron en Malvinas, sus experiencias o qué pasó después de la guerra si es que eran militares o civiles. Son todos temas que recién empiezan a indagarse.
¿Cómo se vincula el trabajo de la UNAJ sobre Malvinas con el territorio?
Malvinas simbólicamente es un espacio querido por la población y eso tiene mucho que ver con el trabajo de la escuela. En muchas escuelas algunos ex combatientes y veteranos eran porteros. Entonces descubrir esa cercanía es valorado. Ahora hay más recursos para la investigación y también cada universidad se relaciona con el territorio de incumbencia. En el caso de la UNAJ, Florencio Varela, Berazategui y Quilmes son los municipios más cercanos y tanto con los veteranos como con las comisiones de hijas e hijos de veteranos hay nuevos datos que uno desconocía. Es importante tener más universidades porque nos ayuda a pensar y nos permite generar trabajo. Es importante regionalizar el conocimiento. En el caso de Malvinas hay una necesidad de crear propios archivos locales, indagar en la memoria local que por ahí no se valoró como archivo. Es necesario conocer la historia y el presente de estos territorios y que la construcción de nuestra identidad no dependa sólo de los grandes archivos nacionales que están en Buenos Aires.
¿Por qué es importante la presencia de nuevas universidades en el territorio bonaerense?
Estas universidades son muy importantes primero, por su función prioritaria que es la enseñanza y en clave de la educación inclusiva es fundamental acercar las universidades a los lugares donde las personas viven. Después, en relación a la temática de Malvinas, es fundamental porque la investigación también tenía la impronta de tratar los temas más cercanos a los lugares de trabajo de las y los investigadores. En el caso de Malvinas se conocen más las historias de los veteranos que están en CABA o en La Plata, pero hay otros veteranos, ex combatientes o experiencias de personas que no viven cerca de La Plata ni cerca de Buenos Aires. Tener más universidades posibilitó que otras voces empiecen a aparecer porque los investigadores los entrevistamos. Es verdad que podemos trasladarnos y están quienes lo hicieron, pero son sólo unos pocos quienes accedían a esos recursos cuando había pocas universidades.
¿Por qué es importante financiar las investigaciones en Ciencias Sociales?
Nada se hace por fuera de lo social. Cuando vas a implementar una política como la de vacunas eso se hace dentro de un territorio, entonces tenés que conocer las lógicas sociales y culturales que aparecen en esos espacios para que esa campaña sea efectiva. Y así pasa con todo. Cuando uno se da cuenta que países que otros alaban como Gran Bretaña, Estados Unidos o China no descuidan sus ciencias sociales y humanas y que esas disciplinas siempre fueron importantes, esa postura cambia. Lo que tenemos que hacer es articularnos más entre los que hacemos ciencias sociales y otros de otras disciplinas. Una política económica, una política sanitaria, una política de desarrollo económico o de economía sustentable sólo puede desarrollarse sobre una base cultural y social, no en el aire. Sin esa información que es bien compleja y sin las y los cientistas sociales esas políticas no podrían ejecutarse de manera eficaz. Por otro lado, tenemos que defender los repositorios abiertos para que todo ese conocimiento efectivamente pueda ser accesible para todas y todos.
¿Por qué crees que se logró instalar la idea de “adoctrinamiento” incluso en las universidades que siempre funcionaron como espacios de discusiones de ideas?
La producción social e histórica es colectiva. Hay instituciones y agentes que muchas veces promueven ciertas acciones entonces decimos que el conocimiento se produce desde “arriba” o desde “abajo”, entendiendo “desde arriba” al Estado y los gobiernos y “desde abajo” los grupos de la sociedad civil. Arriba también están las élites y podemos pensar en los grandes medios de comunicación que no son todos públicos. En esa combinación hay una lucha y en esa lucha hubo períodos en que estas propuestas y perspectivas que atienden a lo propio, al desarrollo y la identidad y las memorias de quienes estamos en este lugar del mundo, a veces salen más o menos favorecidas. Algunos períodos son más favorables porque tenemos un Estado que acompaña en esos sentidos y otros porque tenés más militancia social que permite sostener esas ideas. Cuando dicen “están adoctrinando”, en realidad tiene que ver con ideas que fueron producidas desde abajo, desde lo social y que instituciones como la escuela o la universidad simplemente las retomaron. Un claro ejemplo en Malvinas son las demandas para que las mujeres que estuvieron presentes sean escuchadas. No es adoctrinamiento. La batalla por los sentidos está siempre, no hay un espacio neutro o una ciencia dura por ningún lado. No somos cosas, somos humanos. Es verdad también que hay una pedagogía de la memoria, una pedagogía de la educación popular que hace que se pueda habilitar la palabra en un curso, que sea más horizontal, que puedan aparecer otras ideas y que los docentes podamos mediar también ofreciendo los resultados de nuestras investigaciones. El espacio de enseñanza aprendizaje requiere una temporalidad y las nuevas universidades reflexionamos y nos capacitamos sobre eso.
¿Qué pasa con Malvinas en contexto electoral?
Lo que se ve con Malvinas es que aparecen las dos posiciones, por un lado, la idea de desmalvinizar y por el otro malvinizar. Lo importante es ver qué nos están diciendo cuando nos hablan de una cosa y de la otra. La cuestión de Malvinas no puede estar separada de los derechos humanos o de la democracia. Lo que hacen algunos espacios es instalar eslogans que nos dividen, nos ponen unos contra otros. En Malvinas también hubo una pelea muy fuerte respecto a la utilización de algunas palabras y no de otras. Después de la Guerra y de la dictadura, “nación” y “democracia” parecían divididas como si todo nacionalismo fuera con Zeta, fuera nazismo. Eso empezó a suturarse con el discurso de Néstor Kirchner pero también con la política llevada a cabo en todo ese periodo. El bicentenario aportó muchísimo a eso porque pudo darse cuenta socialmente que era posible un nacionalismo democrático. Sí me parece que la lógica sobre la que algún candidato habla es a partir de una lógica neoliberal e intenta instalar cierto sentido común sobre ciertas palabras con las que nadie está en desacuerdo. “La libertad”, “la autodeterminación”, frases comunes que me parece que es donde engancha algunos sectores o grupos que no les importa tanto la historia o la información, pero que cuando le das datos más duros por ahí piensan de otro modo. Se discute si va haber o no universidad y resulta que esa universidad es a la que vas. Cuando te das cuenta de eso, la postura es otra. Pero para eso necesitas tiempo y vínculo. Ahí también es importante el tiempo que le dedicamos en la universidad a la enseñanza, a la vinculación. Esto que llamamos “extensión” tiene que ver con el espacio necesario para pensar estas cosas. Me da la sensación de que antes había como un interés y una conversación incluso en nuestras propias familias donde también existía la pelea de peronistas, antiperonistas y radicales, pero eso traía una temática donde uno discutía ¿Qué me querés decir con “libertad”, con “independencia” o “soberanía”? Eso se perdió y aparecen otras temáticas más superficiales.
¿Cómo se relaciona el estudio de Malvinas con la construcción de soberanía científica?
En el caso de Malvinas la soberanía es territorial y marítima. Lo que también implica que el territorio no es, como dicen las ciencias duras, algo neutro. Es un lugar significado, habitado, lleno de memorias que podemos o no retomar. Es preguntarse qué pasó y qué pasa en ese territorio. En relación a la ciencia también tiene que ver con esto, es la posibilidad de investigar temas de esos territorios, la posibilidad de producir conocimiento desde nosotros mismos y no sólo de reproducir lo que otros países escribieron en libros y en papers. Soberanía científica significa tener presupuesto no como gasto, sino como inversión porque eso hace que después tengamos los datos que posteriormente enseñamos. Es complejo porque no vemos ese circuito y eso habilita la aparición de diferentes eslogans que defenestran a la ciencia, nos mandan a lavar los platos y desvalorizan todo el trabajo que se hace desde la academia y el sector científico.
Por Mariana Hidalgo / Alejandro Armentia