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Producción de cannabis con valor agregado: la llave para exportar e investigar

La planta tiene más de 30 compuestos con efectos farmacológicos de interés, pero es muy difícil conseguirlos en estado puro y en cantidades suficientes para investigar. Sólo están disponibles en el exterior y a un costo muy alto. Una investigación del LIDMA apunta a desarrollar el método de extracción y purificación. Podría poner al país a la vanguardia a nivel mundial.

  • Entrada publicada:10 abril, 2023

Las legislaciones nacionales y provinciales que autorizaron la investigación y producción de cannabis con fines medicinales son relativamente recientes y todavía las propiedades de la planta no han sido investigadas en profundidad. 

Para poder hacer investigación farmacológica y clínica de calidad es imprescindible contar con los compuestos derivados de la planta en estado puro. Sin embargo, hasta el momento no existen a nivel local métodos de extracción y separación que permitan obtenerlos de esa forma. Tampoco abundan a nivel mundial.

La planta de cannabis genera más de 30 compuestos con efectos farmacológicos de interés. Estos compuestos se dividen en dos familias principales de moléculas: los terpenos y los cannabinoides. Sólo uno de estos, el cannabidiol (CBD), se consigue en el mercado en cantidades suficientes como para realizar investigaciones. Pero hay que adquirirlo en el exterior. 

El resto pueden conseguirse en soluciones muy diluidas y a costos altísimos: una solución de 1 mililitro de alcohol conteniendo 1 miligramo (1mg/ml) cuesta como mínimo 24 dólares en el caso de los cannabinoides más abundantes. Los compuestos restantes, si se consiguen, es a un precio todavía mucho más alto.

Un equipo de profesionales del Laboratorio de Investigación y Desarrollo de Métodos Analíticos, LIDMA (CIC-UNLP-CONICET), se encuentra desarrollando un proyecto que tiene por objetivo lograr métodos de extracción y separación selectiva de los compuestos principales de esta planta, lo que permitiría producir soluciones en estado puro. 

Este proyecto, financiado a través del Fondo de Innovación Tecnológica de Buenos Aires (FITBA) que impulsa el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica bonaerense, tiene la capacidad de elaborar un instrumento que incorporará valor agregado a la producción de cannabis generando no sólo un insumo clave para la investigación médica y farmacológica sino también un producto exportable de alta rentabilidad.

La búsqueda del valor agregado

En la actualidad, los estudios clínicos se basan en el uso de extractos integrales de la planta de cannabis, cuya composición es una combinación única y circunstancial. Esto es porque no existen todavía métodos de separación y producción que sean reproducibles y escalables. 

“Es como que hacen un extracto de todo. Pero si un médico tiene que hacer una investigación clínica, no puede hacerla en base a un extracto de una planta que después a la cosecha siguiente puede salir diferente y a la siguiente diferente”, explicó Leonardo G. Gagliardi, Doctor en Química, investigador del CONICET en el LIDMA y director del proyecto.

“Lo que se necesita es estudiar en base a algo reproducible. Por eso se busca obtener los compuestos puros, es decir, se obtienen puros, se arma una determinada fórmula donde uno tiene controlado qué es”, señaló. 

Obtener los compuestos puros permitiría no sólo profundizar el análisis sobre aquellos con presencia mayoritaria en la planta (CBD y THC por ejemplo), si no también sobre otros componentes que están presentes en una proporción minoritaria. 

“Uno podría pensar que el compuesto mayoritario es el que más efecto causa, justamente  porque está en mayor cantidad. Pero si uno mira los productos farmacéuticos no necesariamente funcionan porque tienen una concentración muy alta, sino que hay algunos que funcionan porque son muy específicos, entonces a concentraciones muy bajas van al lugar del cuerpo donde tienen que ir y ahí tienen un efecto específico muy fuerte; aunque tal vez en la pastilla o el jarabe no sea el compuesto mayoritario, ni el segundo, ni el tercero, si no uno  minoritario. Y eso mismo, en los compuestos de cannabis, no se puede saber hasta que no se purifica y se estudian por separado”, detalló. 

El agregado en valor que tiene la purificación de estos compuestos tiene su correlato directo en la rentabilidad de uno de los posibles productos finales, que podría ser, por ejemplo, ofrecer soluciones de 1 mg/ml. “Si sale 24 dólares un miligramo, un gramo vendido bajo esa forma tendría un valor de 24.000 dólares. De una planta se puede obtener aproximadamente 100 gramos sólo de uno de los componentes y habitualmente se extraen al menos 5. Es un número exorbitante en términos de rentabilidad, y estamos exagerando ya que un productor usualmente no busca vender el formulado final. Pero incluso con un cero menos el agregado de valor sigue siendo enorme”, afirmó Gagliardi. 

“Estas son las multiplicaciones que logran los desarrollos tecnológicos, por eso no está bueno producir en baja manufactura, si no aplicar algún proceso que agregue valor y entonces exportar eso. Es como dijo Belgrano: ‘No exportemos cuero, exportemos zapatos’”, remarcó.

El punto de cosecha exacto

La empresa adoptante del proyecto es La Maquinita CBD, ubicada en Mar del Plata, que se dedica a la elaboración de dos aceites de cannabis, uno basado en THC y otro basado en CBD y en menor proporción THC. Si bien lograron un proceso de producción estable y reproducible, su objetivo es lograr productos diferenciados y con mayor valor agregado. La vinculación con el sistema científico-tecnológico provincial es clave para dar ese salto.

El proyecto del LIDMA tiene además otro objetivo, vinculado estrechamente con facilitar el trabajo de las productoras y productores de cannabis: el desarrollo un método óptico para determinar el punto de cosecha exacto que permita concretar el mayor rédito en la obtención de los principales compuestos químicos. Esto implica establecer una correlación exacta entre lo que se puede ver por fuera de la planta y lo que sucede adentro.

“La idea es que el productor decida en qué momento le conviene cosechar. Conociendo los parámetros del monitoreo, puede saber qué está pasando dentro de la planta, qué composiciones tiene de cada uno de los componentes. Esto puede servir ya sea para tener máxima productividad de todos los compuestos, o tal vez mayor proporción de unos con respecto a otros, porque hay una evolución en la química de la planta a lo largo de su crecimiento”, apuntó Gagliardi.

En ese sentido, amplió: “Nosotros en el laboratorio tenemos el instrumental químico para analizar, pero por ahí la gente que produce no lo tiene, porque es instrumental caro. Y si bien el instrumental óptico es un poco más económico que el químico, si uno sabe específicamente qué es lo que busca, alguna longitud de onda específica, algún color específico, se pueden armar dispositivos que sirvan para medir ese parámetro, a precios muy bajos, y que lo puede tener cualquier productor”.

El equipo que acompaña a Gagliardi en este proyecto está conformado por la Doctora en Química e investigadora María Emilia Pacheco; el Doctor en Química y becario postdoctoral Nicolás R. Ronco y la Licenciada en Química y becaria doctoral Sol Giovanonni.

Por David Barresi